Opinión
Muerte de un fiscal
Jesús Bernal Valls como referencia de la profesión
Nos hacemos a la idea de cualquier actividad o profesión por su rótulo, su posición en el sistema, su atuendo o aparato externo y las funciones que más o menos podemos visualizar, pero con frecuencia también por las personas concretas que forman parte de ella y a las que conocemos. A través de éstas solemos asimismo idealizar o deplorar esas profesiones, al constituir la referencia de lo que pueden ser y deberían ser. Para mí, después de una larga vida, la mayor parte de ella en el campo de la práctica jurídica, la idea de fiscal tiene como referencia a Jesús Bernal Valls.
No es que hayamos tenido una relación frecuente o intensa. En el foro contendimos en contados casos, en el muy lejano tiempo en que yo actuaba algo en el campo penal, pero fue bastante para apreciar el rigor profesional, el extremo pundonor en la preparación de los asuntos y el modo de llevarlos en estrados, sin parar en si eran grandes o pequeños. Por otras personas, que lo tuvieron como profesor en la Universidad, supe de su competencia y vocación verdadera de enseñar: uno de esos docentes de los que quienes han pasado por su aula siempre hablan con respeto. En la complicidad o cercanía de unas pocas conversaciones fuera del estricto campo profesional pude formarme también una idea de su modo de pensar sobre la sociedad o la política. Dentro de la prudencia y ponderación que debía de formar parte de su personalidad, pero también de las exigencias de su cargo, advertí una rara firmeza, la propia de quien se ha formado de modo concienzudo unas ideas. La justicia en todas sus dimensiones era parte señera de ellas, junto a la libertad.
Creo que en el desempeño del servicio público –y en su vida– prevalecía un concepto cabal de la honorabilidad y la dignidad, al que trataba de ahormar su conducta, que a su vez iba cargando de sentido y contenidos reales esas virtudes y marcando sobre el camino de los días una trayectoria, que acompasaba fielmente la nobleza de su rostro y su estilo personal. Como es natural aquellos bien trabajados dones iban unidos –siempre lo están– a una voluntad de independencia, compatible con la lealtad pero incompatible tanto con el comportamiento sumiso como con el oportunismo. Sin duda mantuvo aquella en todo su trayecto profesional, culminado en el Tribunal Supremo. Ahora bien, quizás lo haya ido alejando de proyectar esa brillante carrera a otros dominios más o menos vinculados a la política. La independencia, que en absoluto es incompatible con la fidelidad a unas ideas y a unos principios –sino que debería formar parte de su núcleo– no es planta que se desarrolle y florezca en la botánica patria.
Pero, como es natural, esta es una observación marginal en estas líneas, que tras la muerte que ha puesto fin a una vida larga y verdaderamente lograda solo aspiran a ayudar con toda modestia a poner en su sitio a un personaje notable y ejemplar de nuestra sociedad, del derecho, de su profesión y del servicio público.
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