Opinión | L'aprecederu

Como una mazanina agurriada

Créanme, cuando paso por las calles de cualquiera de nuestras ciudades, no solo de los barrios, también del centro, me entra una cierta pena y un poco de tristeza al ver tantos negocios cerrados, algunos de los cuales, acaso, han abierto hace pocos meses. La tristeza me la provoca ese paisaje urbano de bajos cerrados, escaparates vacíos o empapelados, carteles en que se anuncia la venta, traspaso o alquiler del negocio. La pena, especialmente en los negocios que han durado poco tiempo abiertos, el pensar en las ilusiones dilapidadas y el dinero perdido, tal vez, en parte, fruto de unos ahorros o derivado de un préstamo bancario por pagar; tal vez, de una ayuda de familiares, que quedará seguramente sin devolución, o, lo que es peor, de una hipoteca.

Es un cierto consuelo saber que algunos cierres se producen por jubilación de sus propietarios. En esos casos ya solo subsiste la tristeza, pero, en alguna medida, esa tristeza sube de grado al saber que se trata de un fenómeno generalizado que acaba con un tipo de actividad y con un tipo de persona, autónomo o pequeño patrono, que van desapareciendo. Aquí y en toda España. Fíjense en este titular: "Galicia pierde el doble de negocios de los que gana por falta de relevo generacional".

Las causas son conocidas: de un lado, la competencia de las ventas por interné; de otro, la presencia de grandes superficies, que ofrecen, además, aparcamiento. Al respecto, no me cansaré de decir que la política de los ayuntamientos de expulsar a los coches va en contra del comercio, por más peatonalizaciones (o "chigrizaciones") que se hagan. De hecho, en la mayoría de las ciudades solo subsisten pequeños negocios en algunas calles de las llamadas "comerciales", el resto es un puro yermo.

Además las medidas económicas del Gobierno, como la próxima de la reducción horaria, empujan más y más en esa dirección.

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