Opinión

Trump, urbi et orbi

El presidente de Estados Unidos también quiere ser Papa

No existe atisbo de broma en la astracanada de Trump disfrazado de Sumo Pontífice: nada agradaría más a semejante patán que tener a mano el botón rojo de la fe, al lado del que activa las ojivas nucleares. Y trasladar el Despacho Oval los fines de semana a la Capilla Sixtina y predicar el domingo bajo el baldaquino de Bernini en la basílica de San Pedro. Para quien se erige, desde posiciones ultraconservadoras, en paladín de la verdad absoluta ¿cómo no iba a anhelar ser quien reparta los carnés de cristiandad “urbi et orbi”? Que se ande con cuidado el Vaticano, que el presidente de Estados Unidos le puede poner aranceles a las vinajeras y a los cálices.

La imagen de Trump con túnica blanca, mitra episcopal y con crucifijo al pecho que fue compartida sin ningún reparo por las cuentas oficiales de las redes sociales de la Casa Blanca mientras los católicos a lloraban la muerte del papa Francisco, confirma lo poco inteligente del uso torticero de la inteligencia artificial por las autoridades.

Nadie ha calificado con mayor certeza que el ex primer ministro italiano Matteo Renzi, de tendencia progresista, la última ocurrencia del malhablado Trump, mentiroso compulsivo: “Ofende a los creyentes, insulta a las instituciones y demuestra que el líder del mundo de la derecha disfruta haciendo payasadas”. Tal cual. Ocurre que cuando un payaso se muda a palacio no se convierte en rey; al contrario: el palacio acaba convirtiéndose en un circo. Dicho en italiano, Trump “ha fatto una brutta figura”.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents