Opinión
Más cultura, mejor Europa
En el 75.º aniversario del discurso fundacional de la Unión Europea de Robert Schuman
José Mompeán es coordinador de la candidatura de Oviedo a Capital Europea de la Cultura
El 9 de mayo de 1950, Robert Schuman, entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, pronunció en París un esperanzador discurso que sería considerado el texto fundacional de la Unión Europea. Ante un continente devastado por la guerra, Schuman clama por una Europa más organizada, capaz de afrontar mejor las amenazas futuras y nos deja una frase que marcará el rumbo del proyecto de esa construcción, no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho.
Amenazado en los últimos años por múltiples crisis, el proyecto europeo se encuentra de nuevo ante una encrucijada. Las tensiones nacionalistas, alimentadas por el populismo y los extremismos ideológicos, han profundizado las divisiones internas y dificultan una respuesta común ante un escenario internacional cada vez más complejo. La desigualdad social y económica también ha contribuido a que una parte importante de la ciudadanía, especialmente los jóvenes, se sienta desconectada de las instituciones tradicionales, percibiéndolas como obsoletas e ineficaces para resolver sus problemas.
Es urgente recuperar y reforzar el espíritu que alumbró la mejor idea que ha dado nuestro continente en el siglo XX. Como advertía Albert Camus en 1957, estamos obligados a aprender a vivir en tiempos de catástrofes, a forjar un arte de vivir para impedir que el mundo se desmorone otra vez. No podemos olvidar que las democracias liberales que han sustentado la UE en estos setenta y cinco años, aunque imperfectas, nos han brindado algunos de los momentos más brillantes de nuestra convulsa historia.
Este espacio común, que fue conquistando durante esos años, con gran esfuerzo y sacrificio, libertades, derechos sociales y progreso para mejorar la vida en su conjunto de millones de europeos, ahora está siendo cuestionado por movimientos reaccionarios que desprecian estos valores y consideran fallidas las democracias occidentales. Nuestro país, que en 2025 celebrará cuarenta años de pertenencia a la UE, sabe muy bien lo que significó quedarse fuera de ese proyecto.
Y es en estos tiempos de crisis, mientras caminamos desorientados, y la oscuridad amenaza de nuevo con devorarlo todo, cuando la cultura emerge como una luz que nos ayuda a entender lo que sucede y a encontrar senderos de esperanza. La fortaleza más poderosa de Europa reside en esas mujeres y hombres que, en palabras de Hannah Arendt, lograron preservar un mínimo de humanidad en un mundo que se había vuelto inhumano y, al mismo tiempo, resistir lo máximo posible la extraña irrealidad de esta carencia de mundo. La cultura, en su capacidad de crear, reflexionar y comunicar, es un baluarte contra la desinformación, la ignorancia y la división.
Lamentablemente, los responsables de la UE han desaprovechado en demasiadas ocasiones el potencial de la cultura como agente de cohesión y defensa de sus valores fundamentales. La cultura posee herramientas poderosas para contrarrestar narrativas que alimentan el odio y la violencia, y para promover un sentimiento de pertenencia común. Desde su diversidad de voces creativas, la cultura puede ser el camino más inclusivo e integrador para imaginar futuros posibles para Europa. No hay arma más imbatible que una buena historia, y esa es una lección que no debemos olvidar.
La candidatura de Oviedo 2031 a la Capitalidad Europea de la Cultura es un proyecto que tiene la voluntad de representar a todo el territorio de Asturias. Con él, se nos brinda una clara oportunidad para seguir pidiendo un mayor peso estratégico de la cultura en la agenda política de la UE y sumarnos a esas voces e iniciativas cada vez más numerosas que reclaman un pacto que sitúe a la cultura como una de sus prioridades estratégicas, respaldada por unos objetivos ambiciosos y unos presupuestos adecuados.
Es evidente que la cultura por sí sola no es la solución a todos los problemas que enfrenta Europa, pero a través de su arrolladora fuerza reflexiva y creadora podremos tejer una red que involucre a toda la ciudadanía para poder resistir estos tiempos turbulentos que van a poner a prueba la resiliencia y capacidad de adaptación de la UE en los próximos años.
¿Estamos preparados para este reto? n
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