Opinión
Huir de los reduccionismos
Discursos simplistas de autoayuda
Al abrir Google y ver las noticias que uno va scrolleando, no puedes más que sonreír o cabrearte, no cabe la indiferencia. Un ejemplo: "Una psicóloga dice que cuando uno no está bien, mi cerebro me hace percibir el entorno como mucho más amenazante y me voy a comparar con los demás, no para aprender de ellos, sino para destruirme". La noticia es del periódico "La Vanguardia", pero bien podría ser de la revista "Pronto", si es que aún existe. Esto sería como decir que: "si ahora me apetece una cerveza es porque mi hígado lo está pidiendo a gritos, aunque yo no lo sepa". Y es que el discurso del reduccionismo biologicista, es tan sumamente repetitivo y simplón que cala en una gran parte de la población, en parte porque te exime de asumir cualquier responsabilidad sobre tus acciones, y también por vivimos en la era de que todo se tiene que explicar de una manera fácil, rápida e infantil.
Todo tipo de perspectiva social, contextual, cultural o biográfica para entender los problemas de las personas, queda aparcado en el discurso imperante del mainstream de la psicología. Así pues, no importa lo que te ha sucedido, ni cómo te ha sucedido, las pérdidas en tu biografía, tus logros, o el entorno al que perteneces, si eres de Vigo o de Varsovia, solo tu cerebro, pues vamos bien.
Libros cómo "Vivir sin miedo" de Rafael Santandreu (por poner un ejemplo entre cientos) convertidos en auténticos betsellers de la autoayuda, tienen más que ver con lo que las personas desean escuchar, leer, e identificarse, qué con la verdad, que casi siempre es dura y parece que en estos tiempos tan cuquis resulta difícil de escuchar y mucho más de digerir. El miedo nos guía y es la emoción primordial que nos hizo como especie en parte sobrevivir. Vivir sin miedo sería como respirar bajo el agua, te entraría agua en los pulmones y moriríamos. ¿Quién no ha sentido miedo ante la espera de unos análisis de sangre, porque hace tiempo que no se encuentra bien? o sentir miedo (que tendrás que saber manejar, no gestionar, eso es para la economía) al enfrentarte a una oposición para la que te esforzarte y te has presentado varias veces.
Creo que lo que está sucediendo es más bien lo que expresó de una manera muy clara el escritor, sociólogo e historiador del arte finés Bengt Oldenburg: "Para mentir uno tiene que saber la verdad, opinaba san Agustín en su ensayo ‘Mentiras’, donde estableció ocho tipos de variantes de mentiras. Pero aparte del que miente y del que dice la verdad, existe una tercera categoría, aborrecible por, entre otros Wittgenstein: aquellos a quienes no les importa si lo que dicen es verdadero o falso. Esto incluye a todos los que hablan sin saber de que hablan. Un ejemplo: cuando alguien debido a sus obligaciones u oportunidades opina sobre un tema que supera sus conocimientos acerca del tópico en cuestión".
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