Un nuevo ministerio de emergencias

Para darse un baño de realismo legislativo, concurrencia competencial en materia de Protección Civil, además del insostenible prorrateo de culpas tras la mortífera dana a su paso por Valencia, es obligado releer la sentencia del Tribunal Constitucional 133/1990 sobre conflicto de competencia. El fallo, aun citando el riesgo de emergencia nuclear y recurso de inconstitucionalidad promovido por el Gobierno Vasco, se sustenta en el mismo interés nacional que puede abocar a crear un nuevo Ministerio de Emergencias.

Lo deja caer el último cuestionario del CIS tras el apagón. Más que tormenta de preguntas, cada sondeo postemergencia, lejos de pasar factura a los gestores, les refuerza. Es como que acuerdan el dilema del prisionero saliendo airosos de todos sus desaguisados sean locales, autonómicos o federal nacionalistas.

España, y esto no deja de ser grandilocuencia, quiere ser europea y a la vez asiática por convección, o sea, dependiendo cómo sople el viento. No es de extrañar.

La Unión Europea, como España, no se aclara. Tiene que venir un señor que indulta asaltos al Capitolio americano, o se auto erige con triara papal para cantarnos el agrupémonos todos en la lucha final de un ejército europeo, cuando somos incapaces de tener operativa una Protección Civil continental, bastante más básica que un rearme adhocrático.

El ministerio de emergencias ya funciona en la Federación Rusa. Posiblemente inspirase al CIS. Aquí ya perdemos la orientación: cuándo occidental cuando oriental. Así nos golpean las emergencias siempre con la guardia bajada.

Sería conveniente, antes que aflore el conflicto competencial, que el mismo ministerio que importó la idea prosoviética hiciese campaña, empezando por las autonomías con rango federal, convenciéndolas asuman el nombramiento de su consejero de "Emergencia y Eliminación de Consecuencias de Daños", tal que Rusia, con la consiguiente partida presupuestaria. Ya luego, si prospera, anunciar lo del nuevo ministerio. No antes.

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