Opinión
El dolor merece una explicación
Este aviso de que algo va mal está en el cerebro y en algunas personas se interpretan como dolor estímulos que no tienen ese fin
La primera vez que oí hablar de unidades del dolor me pareció que su existencia respondía más a la inclinación que tienen muchos médicos de encontrar un área propia que a una necesidad real del sistema. El dolor, pensaba, está en todas o casi todas las patologías como un síntoma. Entonces sabía poco de cómo se producía el dolor, aún no lo entiendo bien.
Me empezó a interesar en el curso de mi vida profesional cuando tuve que enfrentarme con dolores musculoesqueléticos atribuidos a manejo de cargas, bien excesivas, bien repetitivas. La lumbalgia es un buen ejemplo, no menos notable es la llamada cefalea de tensión.
Nadie sabe cuál es el mecanismo fisiopatológico de la lumbalgia no específica, más del 90% de los casos. Buscando las causas se sobrecargan inútilmente los servicios de radiología. Ni siquiera cuando se encuentra una alteración estructural se tiene la seguridad de que sea la causa. Ella puede seguir ahí mientras la lumbalgia desaparece.
Esa es su historia natural: momentos de mucho dolor e invalidez seguidos de silencio durante el cual uno se olvida de que la padeció. En algunos es recidivante, en otros, pueden pasar años, décadas sin síntomas. Como no sabemos la causa, no tenemos remedios específicos. Solo los analgésicos antiinflamatorios tienen algún valor para amortiguar los síntomas. Otras terapias, incluida la manipulación, pueden ayudar. No hay pruebas de que el fortalecimiento y flexibilización de la espalda eviten o reduzcan el problema.
Tan misteriosa como la lumbalgia es la cefalea tensional. Durante muchos años se atribuyó a tensión mantenida de los músculos de la nuca y los hombros. El trabajo con ordenador se visualizaba como una causa. Otras tareas que demandan atención mantenida también aparecen implicadas. La idea es que esos músculos contraídos permanentemente impiden la libre circulación con lo que se acumulan toxinas irritantes. Se verificaba al comprobar que los músculos estaban rígidos y dolorosos. A su favor, en algunos estudios, no en todos, los sujetos con cefalea tensional tienen más actividad muscular. Sin embargo, hay muchas personas que tienen los músculos del cuello contraídos, duros, y no tienen dolor y ¿cómo se produce el dolor si los músculos no tienen receptores para ello?
Como alternativa, se desarrolla la teoría de los puntos gatillo, nódulos que se perciben a la palpación que al presionarlos producen dolor local o en otra región. Parece que son contracturas de las fibras musculares sin clara actividad eléctrica. La experiencia es que pueden deshacerse con la manipulación. Sería el fundamento del éxito de la fisioterapia, los masajes y los estiramientos.
También se pueden reducir con un estímulo nocioceptivo (cuando el cuerpo detecta y responde a estímulos potencialmente dañinos), como un pinchazo o una inyección de agua destilada. Hace años se publicó un ensayo clínico, creo que noruego, que demostraba que la inyección de unas gotas de agua destilada en esos puntos detectados por palpación mejoraba el dolor de cuello y hombros. Empleé esa técnica durante unos meses, con éxitos notables y fracaso incómodos.
El dolor, desde Galeno, es uno de los síntomas básicos que anuncian inflamación, junto con enrojecimiento y calor. Se supone que es una señal que tienen los organismos para darse cuenta de que algo está produciendo daño. Puede ser un golpe, fuego, un corte… o la respuesta inflamatoria que se organiza para intentar frenar un proceso destructivo. Para reconocerlo, distribuidos por órganos y tejidos están los receptores específicos de dolor. Por tanto, se veía como algo de origen periférico que el cerebro integraba, y ¿cómo explicar el raro fenómeno del miembro fantasma: sentir dolor en el brazo amputado?
Está en el cerebro. Hacia ese órgano se volvió la vista para tratar de explicar tanta confusión e incertidumbre. Es el dolor por sensibilización central. La idea es que, en algunas personas, casi siempre provocado por acontecimientos vitales, se modifica la regulación del flujo de información que llega al cerebro de manera que interpreta como dolor estímulos que no tienen ese fin teórico (para alertar de que algo va mal) o bien debido a que el umbral de la interpretación central está rebajado. La cefalea de tensión estaría dentro de estas patologías.
El éxito de las benzodiacepinas empleadas como relajantes musculares ( el myolastán es una de ellas) soportaría esta hipótesis porque estas moléculas no relajan, periféricamente, el músculo. No actúan sobre la placa muscular ni sobre las estructuras contráctiles. Lo hacen en el cerebro, ahí sí que relajan. Quizá modifiquen la percepción distorsionada, como lo hacen de las circunstancias que provocan estrés. Lo mismo haría esas terapias que buscan la reestructurar el flujo eléctrico como la magnetoterapia, de cierto y no bien comprobado éxito en la fibromialgia.
El dolor ha pasado de ser un síntoma a una patología.
Suscríbete para seguir leyendo
- Herida una joven en Oviedo al ser arrollada por una furgoneta cuando circulaba en patinete
- Huye del HUCA a Francia tras romper aguas por temor a que le quiten a su bebé en Asturias: 'Me escapé con la vía puesta
- Alerta roja sanitaria por calor en Asturias: estos son los 17 concejos de la región más afectados
- La Alcaldesa de Avilés recibe a los cuatro jóvenes héroes que alertaron a los vecinos de un edificio en llamas: 'Sois referentes de cómo actuar ante imprevistos
- Ya es oficial: la DGT permite obtener el carnet de conducir gratis si cumples estas condiciones
- La afición azul agota el papel en el Tartiere y el club se queda sin existencias de la primera equipación en sus tiendas
- Adiós a los zapateros: el invento de Primark por menos de 10 euros para organizar calzado
- Los beneficiarios no podrán rechazar más de tres pisos y una renta máxima de 700 euros: todo lo que debes saber del plan de Asturias para alquilar pisos vacíos