Opinión

Un tiempo de oportunidad también para el campo asturiano

El declive agrario es evitable si la sociedad y las instituciones no dan la espalda y abandonan a quienes proporcionan algo primordial: lo que comemos

Unas vacas pastando en un prado asturiano

Unas vacas pastando en un prado asturiano / Miki López

El desplome del peso de la ganadería y la agricultura en la riqueza de Asturias desde el ingreso efectivo en el Mercado Común hasta la actualidad ha sido brutal: una pronunciada rampa con más desnivel que el Angliru. Mucho se habla de otros sectores, pero en el campo también tiene Asturias una oportunidad para apuntalar el crecimiento económico y el equilibrio territorial.  

Las inversiones para la transición energética hacen despegar la fabricación de componentes eólicos, solares y eléctricos. La modernización de las grandes factorías para eliminar emisiones otorga una segunda oportunidad al metal. El rearme propicia el renacer de las fábricas de armamento e irradia su onda expansiva al naval. Los mensajes positivos en torno a este cambio de paradigma se suceden un día tras otro. Pero no todo van a ser renovables, defensa, acero o servicios. Este es un tiempo interesante también para el campo.

España consume 10.000 millones de litros de leche cada año y produce solo 7.000 millones. Para surtir al mercado, las lácteas están forzadas a importar. Ahora que desaparecieron las cuotas que durante muchos años restringieron la producción, nada impide que los ganaderos incrementen sus entregas, ni que otros nuevos se lancen a la aventura. Siendo el Principado la comunidad más pequeña del Noroeste en producción lechera, cuenta con gigantes de la recogida y la transformación, de larga trayectoria, solidez económica y plenamente arraigados, que precisan ir lejos para abastecerse

Las plantas asturianas están entre las que más litros traen de Galicia, por ejemplo. Y con la expansión de las fábricas de quesos en marcha –acaba de abrirse la de mozzarella de Anleo, pronto operará otra en Salas– aún multiplicarán la demanda. Al Gobierno asturiano se le reclamó esta semana precisamente un plan de aprovechamiento de pastos para incentivar la producción. 

La relevancia de la agricultura trasciende lo económico: las iniciativas vinculadas a la actividad primaria desempeñan un papel relevante en la vertebración de municipios

La ganadería asturiana ha perdido más de 40.000 empleos desde comienzos de este siglo. Paradójicamente, y en particular a raíz de la pandemia, el interés por una alimentación sana y por los cultivos de proximidad ha crecido exponencialmente y tiene su reflejo en la proliferación de denominaciones de origen y marcas de calidad. La relevancia de la agricultura trasciende lo económico. Las iniciativas vinculadas a la actividad primaria desempeñan un papel relevante en la vertebración de municipios, el arraigo de población, la conformación del paisaje y la preservación de modos de vida que constituyen una parte esencial de la identidad asturiana. 

Que el campo guarde memoria de la tradición no significa que esté obsoleto. Las tendencias cambian. Cada vez existen más hogares unipersonales y menos tiempo. Eso implica formatos más pequeños para no desperdiciar alimentos y productos fáciles de preparar. Triunfan además bebidas y alimentos con menos calorías, como la sidra sin alcohol, el picadillo y el chorizo vegano o la morcilla con poca grasa, posibles gracias a la innovación y la investigación. Sin avances tecnológicos, la competitividad se resentirá igualmente aquí . 

Promover el relevo generacional, acabar con los minifundios, aprovechar los bosques, combatir la competencia desleal de países sin garantías sanitarias o proteger la explotación familiar son retos estructurales que denotan lo mucho que queda por trabajar. A las compañías agroalimentarias les faltan materias primas y mano de obra: ¿a qué estamos esperando para reconectar con el medio rural y convertirlo, con las políticas adecuadas, en un cimiento más del desarrollo? 

Antes de la industrialización, la tierra fue el sustento. Desperdiciando sus frutos sin volver a labrarla, a Asturias le aguarda un futuro de mayor fragilidad. El declive agrario es evitable si la sociedad y las instituciones no dan la espalda y abandonan a quienes proporcionan algo primordial: lo que comemos.

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