Opinión

Mujica, el de todos

Tras el fallecimiento del expresidente de Uruguay

El periodista ovetense Álvaro Pérez, decano de la Facultad de Periodismo de la Universidad de Montevideo

Un filósofo, un icono, un presidente distinto… Del "New York Times" al "Wall Street Journal", pasando por "Le Figaro" o "The Guardian", la catarata de elogios tras el fallecimiento del expresidente de Uruguay, José Mujica (1935-2025) se ha venido sucediendo en periódicos de todo el mundo.

Ya antes de su muerte fue habitual que los medios de comunicación le entrevistasen interesados por su austeridad, su templanza y su sabiduría. En España, su aparición en el programa de Jordi Évole hace ahora diez años contribuyó a hacerlo popular. Pero, ¿qué es lo que le hace tan especial?

La trayectoria de Mujica fue intensa. Él mismo reconoció en vida que su perfil era "medio exótico": "Un viejo loco, que fue guerrillero, que estuvo preso y que fue presidente. ¿Te das cuenta?". De origen humilde, creció en un entorno rural en la periferia de Montevideo y tras acercarse a diferentes grupos políticos, acabó incorporándose a finales de los sesenta al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, la guerrilla marxista uruguaya inspirada en el movimiento liderado por el Che Guevara en Cuba. Su pertenencia a ese grupo le llevó a la cárcel, de donde se fugó primero en 1971, y donde pasó más de diez años, después, cuando en 1973 los militares tomaron el poder, instauraron una dictadura y encarcelaron a varios dirigentes tupamaros hasta que fueron amnistiados en 1985, con la vuelta al país de la democracia. Los doce años en prisión de Mujica, en los que padeció torturas y aislamiento, fueron recreados en la película "La noche de 12 años", ganadora del Goya al mejor guion en 2018.

Ya en democracia y junto con otros compañeros tupamaros, Mujica formó el Movimiento de Participación Popular (MPP), uno de los grupos que conforman el Frente Amplio, la alianza de partidos de izquierda y centro-izquierda con la que Mujica fue diputado, senador, ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca y, finalmente, presidente de la República entre 2010 y 2015. En ese tiempo, prefirió seguir viviendo en su humilde casa a las afueras de Montevideo con su compañera, la también exguerrillera y exvicepresidenta de Uruguay, Lucía Topolansky, y su perra, Manuela, y donaba el 90% de su salario presidencial a organizaciones sociales.

Mujica no solo fue un presidente distinto: fue un presidente de un país distinto. En Uruguay, donde viven tres millones de personas, pero doce millones de vacas, donde el valor supremo no es estar bien, sino estar "tranquilo", un presidente como Mujica no hace ruido. Porque en Uruguay los cambios de gobierno de izquierda a derecha y de derecha a izquierda se gestionen con una normalidad total y, con toda seguridad, al funeral del "Pepe" Mujica asistirán políticos de todos los partidos y todos los expresidentes de la República vivos, aunque pertenezcan a partidos políticos antagónicos. El "Pepe" se dio el lujo de despedirse de sus compatriotas hace unos meses en una entrevista en el semanario uruguayo "Búsqueda".

Internamente, eso sí, Mujica tuvo más críticos que en el exterior. La oposición le recriminó que su gobierno no supo aprovechar un momento de bonanza económica para el país, que formase parte de un grupo guerrillero que comenzó a actuar cuando Uruguay era un país democrático, e incluso le afeaban que no representase al país con dignidad. Es famosa, en este sentido, su comparecencia en la toma de posesión de un ministro de su gobierno en chanclas y con las uñas de los pies notablemente sucias.

Esos mismos críticos también ponen en duda sus declaraciones más humanísticas y solidarias, y las confrontan con otras menos afortunadas, como cuando Mujica confesó al cineasta serbio Emir Kusturica su nostalgia de las épocas en las que robaba bancos como tupamaro: "Es la cosa más linda entrar a un banco con una 45 así… Todo el mundo te respeta".

Mujica también despertó irritación dentro de sectores de su propio partido, el Frente Amplio. Como explica Pablo Cohen, autor del libro "Los indomables", sobre Mujica y su pareja, Lucía Topolansky, ambos pertenecen a "una izquierda democrática y popular. No son una izquierda universitaria. No son una izquierda cultural clásica. Son una izquierda muy extraña". A muchos frentistas les irritó, por ejemplo, que Mujica reconociese que hubo denuncias falsas contra los militares que habían ostentado el poder en la dictadura.

En lo que sí hay consenso global es en su coherencia vital, en su honestidad y en su austeridad. El mensaje que permanece, su legado, va más allá de su actividad política. Ocurre con Mujica lo que con algunas otras figuras especiales: trascienden su ideología y se convierten en universales. Mujica, no cabe duda, ya ha entrado en esa categoría. Del mismo modo que a un Winston Churchill o a un Manuel Chaves Nogales lo citan a izquierda o derecha, según conveniencia, uno puede recibir un vídeo corto de José Mujica hablando de austeridad compartido por un religioso, y ver ese mismo día un tuit de un político de izquierdas citando alguna idea del expresidente uruguayo criticando los excesos del capitalismo. El "Pepe", es de todos. n

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