Opinión
Quo vadis, TVE?
La televisión pública no encuentra el camino en el nuevo panorama audiovisual
La pregunta es inevitable. De hecho, muchos nos la venimos haciendo recurrentemente desde hace décadas sin encontrar una respuesta convincente. Ahora, con la mayor concesión a la chabacanería que se recuerda –la incorporación a TVE1 de "La familia de la tele", el nuevo "Sálvame" y otros tumbos–, la cuestión resulta más apremiante que nunca: ¿tiene sentido la televisión pública en el nuevo panorama audiovisual dominado por las plataformas y en el que las privadas ofrecen mejores servicios que la pública?
Aunque debo confesar que hace años que no veo TVE1, la respuesta que me sale a bote pronto es que no, no la necesitamos para nada. Así de categórico, pero con inevitables matizaciones. Sí que necesitamos La 2 –y conste que no soy de los que solo ve los documentales de animales–, pero porque La 2 cumple un servicio público que nadie más ofrece: cine en blanco y negro, programas literarios, conciertos, grandes reportajes informativos...
No es la única excepción del Ente público. RTVE a la Carta es un servicio gratuito y extraordinario en la selva de las plataformas, con capacidad para competir con muchas de ellas. Aunque sólo fuera por preservar el fondo que atesora la televisión pública en nuestro país, ya merecería la pena. También cumple una labor pública Teledeporte con su difusión de los deportes minoritarios.
Cuando hablo de televisión pública me refiero solo a la televisión estatal y, en concreto a La 1. En contra de muchas opiniones, estoy plenamente convencido de que las televisiones autonómicas son imprescindibles. Una televisión de proximidad, a pie de calle, a la vuelta de la esquina, es el mejor servicio que se les puede prestar a los ciudadanos. Sí, ya sé que algunas están muy politizadas o que otras son auténticos instrumentos de inmersión cultural al servicio de los nacionalistas. El hecho de que se utilicen mal no implica que dejen de ser necesarias.
Para politización, la de TVE. La de ahora y la de antes. La del PSOE y la del PP. De hecho, en nuestra democracia, sólo hemos tenido una televisión nacional pública de verdad y que cumplía su misión. La de Pilar Miró en los años 80, aunque sin la competencia de las privadas. Marcó hitos de entretenimiento de calidad, hoy añorados, como "La bola de cristal", de Alaska y Lolo Rico; "Viaje con nosotros", de Gurruchaga: las inolvidables entrevistas de Pablo Lizcano en "Autorretrato" o los diversos programas de libros de Sánchez Dragó. Antes ya habían anticipado un camino grandes programas como "La clave" de Balbín o "A fondo" de Soler Serrano.
¿Qué modelos debería seguir hoy Televisión Española? Hay dos que siempre nos vienen a la cabeza. La PBS norteamericana, a la que Trump acaba de retirar la subvención, pero que sobrevivirá gracias a las aportaciones privadas. Y, por supuesto, la BBC, sello de calidad, independiente de los gobiernos de turno y costeada por los propios ciudadanos. La pregunta es si los españoles estaríamos dispuestos a pagar un impuesto directo por la televisión: indirecto ya lo estamos pasando.
TVE tiene que definirse. Por un lado es una televisión sin anuncios, no comercial, que no depende de las audiencias y de los mercados. Por otro, pretende competir con pólvora del rey con las privadas con programas como "La Resistencia" o "La familia de la tele", o pujando por los derechos astronómicos de competiciones deportivas. El resultado se traduce en paupérrimas audiencias y pérdidas millonarias.
A falta de una solución racional –que PP y PSOE no quieren, porque pretenden tenerla a su servicio–, la única salida acabará siendo prescindir de ella o privatizarla, como hace cuarenta años se privatizó la Prensa del Movimiento. No sé cómo se hace, ni el coste social que puede tener. Pero, desde luego, una huida hacia adelante como la de ahora sólo puede llevar al abismo y la huida hacia adelante nunca ha sido una solución.
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