Opinión | Mujeres

La huelga feminista que paró un país

Pronto hará 50 años de la gran movilización de las islandesas, que han acabado convirtiendo su nación en la más igualitaria del mundo

Pamela Hogan, una periodista estadounidense que da clases en la Universidad de Columbia y que ha indagado sobre la increíble potencia transformadora de las mujeres cuando se unen y deciden dar un paso al frente, firma el documental "Cuando las mujeres pararon Islandia", presentado en 2024 y aún disponible en la plataforma de contenidos audiovisuales Filmin, coincidiendo con el 50.º aniversario del acontecimiento al que está dedicado.

Islandia es, desde hace más de una década, el país más igualitario del mundo, el paraíso de la igualdad, lo llaman, pero no siempre ha sido así. Hubo un gesto, un impulso concentrado en un solo día, que lo cambio todo. Vigdís Finnbogadóttir fue una de las islandesas que lo hicieron posible, participó en la gran huelga de mujeres del 24 de octubre de 1975 y como ella más del 90% de la población femenina del país. Aquel día no se presentaron a sus puestos de trabajo y dejaron aparcadas sus tareas domésticas. Quedó en evidencia que, si ellas paraban, el país se paralizaba.

Pamela Hogan ha recogido testimonios de las protagonistas de aquella gran ola feminista, que supo encontrar la manera de acercar y forjar alianzas entre organizaciones de izquierdas y de derechas. Todas compartían el convencimiento de que merecían más y reclamaban el acceso a los mismos espacios que los hombres.

Cuando era niña Vigdís Finnbogadóttir no se cansaba de repetir a quien le preguntara qué ella, de mayor, quería ser capitana de barco. Siempre la reprendían amablemente y le explicaban que eso era imposible siendo mujer. Vigdís Finnbogadóttir acabó capitaneando el gran barco de su nación. Cinco años después de la gran huelga feminista fue elegida presidenta de Islandia y ocupó el cargo durante más de quince años, en los que fue elegida y reelegida por tres veces.

Entre sus compañeras, aquel día de la gran huelga, había mujeres que trabajaban en granjas, haciendo las mismas tareas que sus maridos, pero que no eran admitidas en las asociaciones agrarias, y mujeres que, en la administración, las oficinas, la sanidad, en los periódicos, veían llegar a compañeros más jóvenes, menos experimentados, que ascendían gracias a lo que ellas les enseñaban, y rápidamente acababan siendo sus jefes. Pasaba en todos los empleos y por supuesto los salarios no eran igualitarios. En las casas, las mujeres debían ocuparse de los niños, la cocina, la limpieza, de estar siempre arregladas y atractivas para sus maridos.

La movilización feminista de octubre del 75 vació los centros de trabajo y los hogares de mujeres y llenó las calles. Las mujeres islandesas afirman que fue uno de los días más emocionantes de sus vidas. Cincuenta años después, sigue siendo un ejemplo de audacia colectiva y de ejercicio de buen feminismo. Y no se quedó ahí, hubo cambios efectivos y las islandesas pudieron por fin ir de la mano de sus compañeros, al mismo paso y no tras ellos.

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