Opinión
La geología, protagonista del orden mundial
La guerra comercial del trumpismo revaloriza las materias críticas
Resulta evidente que las iniciales propuestas sobre política mercantilista del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dan pábulo y resultan insólitas por no decir extravagantes en un mundo cada vez más globalizado. Además del juego ególatra y pendenciero de los aranceles, la estrategia geopolítica del nuevo inquilino de la Casa Blanca descansa en hacerse, de manera más o menos lícita, con el acopio de materiales esenciales en el mundo de las altas tecnologías. Lo demuestra al pretender anexionar Groenlandia (con un subsuelo rico en materias primas) o interferir en las negociaciones de paz en Ucrania, exigiendo la cesión de una parte de los derechos de explotación de los elementos químicos estratégicos existentes en la nación invadida por Rusia.
Cabría reflexionar sobre los vaivenes erráticos que se aprecian en la conducta del magnate yanqui y que cambian de manera súbita el paradigma, entre ellos ¿por qué cede ahora para que los ordenadores, teléfonos inteligentes, microprocesadores y otros productos electrónicos queden exentos del arsenal arancelario? A pesar de que las causas pueden ser múltiples (impacto de las tasas en los gigantes tecnológicos americanos, el temible mercado de la deuda, el creciente riesgo de recesión total y alguno más que se me escapa), una explicación plausible es de índole geológica, basada en cómo se distribuyen por el mundo los yacimientos de los elementos considerados críticos. Una mayoría de ellos están concentrados en naciones asiáticas, de manera muy prominente en la República Democrática de China, país muy vilipendiado por la actual administración americana,― que monopoliza la extracción y el mercado de las tierras raras, indispensables para la electrónica de última generación, pero que escasean en los Estados Unidos.
Qué lector está dispuesto a prescindir, por ejemplo, del teléfono móvil, del televisor de pantalla plana, del ordenador o de la resonancia magnética u otros equipos utilizados en medicina necesarios para los diagnósticos, pues todos utilizan alguno de los componentes extraídos por la actividad minera, tan denostada por muchos.
Y hete aquí que en todo este embrollo estratégico surge al alza una rama del conocimiento bastante ignorada por el gran público, pues apenas se explica en las enseñanzas medias: la geología. La enorme demanda de materias primas y energía como fuentes necesarias para el auge económico y el equilibrio social sitúa a este ámbito del saber como soporte del resto de desarrollos tecnológicos. Es sabido desde hace bastante tiempo que esta ciencia coadyuva a resolver muchas de las necesidades que aquejan a la sociedad (aguas, hidrocarburos, combustibles, rocas y minerales imprescindibles, prevención, mitigación y control de riesgos, etc.).
Las clásicas ciencias experimentales (química, física, biología y geología) no comienzan a adquirir su cuerpo doctrinal hasta finales del siglo XVIII, coincidiendo con la irrupción del uso del carbón en la industria. Es el momento de la explotación hullera, incorporándose a esta actividad minera los inventos más novedosos (máquina de vapor, locomotoras, bombas hidráulicas).
La geología comienza a estructurarse como tal disciplina a partir de la obra "Principles of Geology" (1830-33) del escocés Charles Lyell en la que complementa las ideas de su compatriota James Hutton con el "principio del actualismo", según el cual los fenómenos geológicos han ocurrido de la misma forma que en la actualidad ("el presente es la clave del pasado"). Aunque durante la etapa decimonónica se establecieron algunos conceptos básicos, su mayoría de edad no se alcanzó hasta el siguiente cuando se logran aportaciones trascendentales: edad de la Tierra, deriva continental, estructura terrestre, fondos oceánicos, paleomagnetismo, etc. Ya a mitad del pasado siglo la actuación conjunta de una pléyade de científicos multidisciplinares, entre los que se encontraban, además de los hasta entonces omnipresentes europeos, algunos americanos, permitió enunciar la teoría de "tectónica de placas", que explica la inmensa mayoría de los procesos de las Ciencias de la Tierra.
En el caso de Asturias, la figura quizás más relevante está representada por el alemán Guillermo Schulz (1805-1877), uno de los personajes más importantes de la España de entonces en el ámbito de las materias geognósticas. Pasó a la historia al publicar en 1858 un libro icónico para la comprensión regional ("Descripción geológica de la provincia de Oviedo"). A sus aportaciones cabe unir las de otros autores de gran valía: Adrien Paillette, Charles Barrois o Luis Adaro y Magro.
Hoy día la geología es una ciencia consolidada que cuenta con un plantel de prestigiosas instituciones y con profesionales ―codo a codo con los ingenieros de minas― de reconocido prestigio y, como ocurre en toda la comunidad científica, con un alto grado de especialización.
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