Opinión

Douglas Massey y la Demografía

Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica

Hace unos años, cuando yo mismo formaba parte del jurado de Ciencias Sociales, se presentó la candidatura de Máximo Livvi Bacci, un demógrafo italiano de reconocida talla internacional. La propuesta fue bien valorada por los componentes de aquel panel de especialistas, pero no logró el Premio. Y recuerdo que, aparte de los méritos de aquel experto en población, se valoró su pertenencia a un ámbito científico de escaso reconocimiento para la importancia de los temas que aborda. La puesta de largo de la Demografía en los Premios comenzó con la distinción a Alejandro Portes en 2019 y se ve refrendada ahora con la concedida a Douglas Massey, cuya candidatura fue presentada precisamente por Portes. Los dos se han ocupado de los temas de población desde el ámbito más general de la sociología y ambos se han centrado de forma preferente en el análisis de las migraciones.

Douglas Massey ha realizado estudios fundamentales sobre las dinámicas de la movilidad internacional y sus repercusiones en la segregación residencial y la estratificación social. Su ámbito prioritario de estudio ha sido el espacio americano, los EE UU como lugar de destino y Latinoamérica como territorio de salida de numerosos contingentes migratorios. Es un académico riguroso con destacados ensayos sobre la movilidad, pero al mismo tiempo con trabajos que han tenido clara influencia en la formulación de políticas públicas.

Quiero creer que el jurado ha querido premiar una trayectoria científica impecable, pero también valorar lo que una ciencia, relativamente joven, puede aportar al mejor conocimiento del complejo mundo en que vivimos. Durante mucho tiempo la demografía fue considerada una disciplina menor dedicada a estudiar cuestiones de escaso interés práctico. Recuerdo que cuando yo empecé a interesarme por los temas de población, alguien me preguntó: ¿A qué se dedica usted? A la Demografía le dije. ¿Y eso que es?, me interrogó. Le contesté, sin entrar en demasiadas disquisiciones, que era la ciencia que estudiaba los nacimientos, las defunciones, las migraciones o la distribución de los habitantes por sexos y edades. Me miró suspicaz y me espetó: "Pues vaya oficio de los coj... que tiene usted". Hoy las cosas han cambiado algo, pero sigue habiendo un gran desconocimiento acerca del estado actual de las principales variables demográficas que desemboca en toda una pléyade de mitos, prejuicios, falsas creencias o suposiciones infundadas. Pero todavía es peor el uso espurio de la disciplina para defender determinados posicionamientos ideológicos o políticos.

Mucha gente sigue pensando que la población mantiene una situación de "explosión demográfica" y no es así; que la natalidad es muy alta en todas las naciones en desarrollo y no es así; que la inmigración está desbordada en nuestras sociedades y no es así; que el crecimiento demográfico no va a cesar nunca y no es así; que las políticas de población no sirven para nada y no es así; que el envejecimiento es ante todo un problema y no es así.

Permítanme unas aclaraciones sobre cada uno de estos "tópicos". La población del mundo que en los años 50 del siglo pasado crecía a un 2,1 % al año, aumenta hoy tan solo al 1,2 %. En términos absolutos seguimos multiplicándonos, pero el ritmo y la intensidad se han desacelerado de forma notable, porque la mortalidad aumenta debido al envejecimiento y la fecundidad disminuye en todas partes. En 1950 nacían 5 hijos por mujer en edad de procrear a escala global. Hoy tan solo la mitad y dos tercios de la población mundial vive en territorios en los que no se renuevan las generaciones. Ciertamente las migraciones a escala planetaria han crecido y se han globalizado, pero a pesar de todo solo se contabilizan 281 millones de migrantes que sobre los 8.200 millones de habitantes de la Tierra suponen un modesto 3,6 %. Que algunas políticas demográficas llevadas a cabo en el Planeta hayan sido moralmente injustificables o que otras no hayan dado los resultados esperados, no significa que ninguna resulte útil, tanto las de ayuda familiar para mejorar la natalidad, como las de regulación de las migraciones o para "aprovechar" el envejecimiento porque éste no solo provoca nuevos desafíos (pensiones, sanidad, dependencia), sino también oportunidades en la actividad y el consumo. Y no vamos a crecer "sine die". Alcanzaremos nuestro máximo volumen hacia 2080 (10,3 billones de personas), pero después se iniciará un retroceso, más lento al principio y más intenso después.

Y junto al desconocimiento, la instrumentalización de la disciplina . El ámbito más claro es el de las migraciones, precisamente el campo en el que más ha trabajado Douglas Massey. Algunos partidos ultraconservadores, algunas instituciones y algunos autores manejan y fomentan los llamados "miedos" a la inmigración (al número, a la sustitución étnica, a los modos de vida, a la competencia laboral, a los comportamientos demográficos, al presunto uso abusivo de ciertos servicios, a la inseguridad, a la delincuencia, al terrorismo) para oponerse a la presencia de extranjeros en sus países. Llegan al extremo cuando defienden lo que consideran una inevitable islamización de Europa o una "latinoamericación" de USA, con propuestas de tinte racista o xenófobo. Ni Europa va ser nunca musulmana, ni los EE UU latinoamericanos, ni la demografía puede ser utilizada, falseando los datos o retorciendo los argumentos, para justificar sus tesis.

Decía que la demografía es una ciencia joven, pero de enorme trascendencia para el futuro de nuestras sociedades. No resulta superfluo saber cuántos seremos, cómo seremos, dónde viviremos, cuáles serán nuestros comportamientos fecundos o nuestra esperanza de vida, el carácter de las migraciones, los desafíos y las oportunidades del envejecimiento, la igualdad entre los sexos y tantos otros asuntos que tienen una perspectiva demográfica.

Por ello , el premio "Princesa de Asturias" a un demógrafo, nos llena de esperanza a los que practicamos esa disciplina, honra al jurado que lo ha elegido y ensalza a la Fundación, siempre preocupada por la calidad de los premiados y la contribución de su área de trabajo al mejor conocimiento y bienestar de la humanidad.

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