Opinión
Los cuentos eléctricos
Las trabas al coche de baterías mientras se estrangula a base de prohibiciones a los vehículos de gasolina
No les hablaré del apagón del 28 de abril, aunque sobre sus causas no hayan cesado los cuentos desde las primeras horas y no dispongamos, hasta ahora, de una explicación veraz sobre las mismas. No, es de otros cuentos de los que quiero hablarles, de otros cuentos y otras cuentas, las que rodean al coche eléctrico.
No les manifestaré tampoco mi escepticismo sobre la pretensión de que sea un elemento salvífico sin el cual el mundo irá a un apagón definitivo. Por ahora, limitan su utilidad el tiempo de carga, su autonomía y su precio. Este último vector es el que parece más determinante y, socialmente, más injusto. Pues, en efecto, parece haber un diseño político que pretendería, a base de prohibiciones a los coches más baratos y antiguos, con la creación de las zonas de bajas emisiones, hacer ver a una parte grande de la población que su pretensión de poseer un bien de transporte propio, como el coche, no es más que una ilusión, y que deben reducirse a la condición de peatón o de usuario del transporte público o de la bicicleta, como en tiempos pasados sus antecesores o ellos mismos, marcando así la diferencia de clase entre quienes sí pueden pagarse el transporte eléctrico, ya por poseer mejores empleos o más medios de fortuna ya por cursar el cursus honorum de los cargos políticos, y quienes no.
Pero aceptemos que tienen razón quienes empujan en esa situación y que ello es inevitable no solo por salvar el planeta, sino por garantizar los empleos en China. Ahora bien, de ser así, ¿cómo es que predicadores y afaladores no hacen nada por facilitar la transición al coche eléctrico y a los instrumentos necesarios para su carga?
En concreto, sabiendo que las subvenciones contenidas en los Planes de Movilidad (MOVES), para particulares y empresas, para coches y puntos de recarga, son necesarias a fin de estimular y ayudar al ciudadano, entusiasta o necesitado, esas ayudas se retrasan hasta lo increíble. Así, el Gobierno central presentó el MOVES III en enero incluido en el llamado "Decreto Omnibus", sabiendo que este sería rechazado. ¿Podía haber presentado el plan por separado? Por supuesto, pero le interesaba más denunciar la negativa de la oposición a todo lo contenido en el decreto que los propios contenidos del decreto. Solo más tarde, en abril, y luego en mayo, ha puesto en marcha el plan de ayudas.
Pero vengamos a Asturies. Las ayudas contenidas en el Plan estatal necesitan después ser publicadas en la legislación autonómica, con sus correspondientes precisiones, para que los ciudadanos puedan solicitar dichas ayudas. ¿Lo ha hecho el Gobierno asturiano? Pues hasta la fecha en que esto escribo, 27 de mayo de 2025, aún no. Lo que sí ha hecho ha sido confesar, perdón, publicar en el Boletín Oficial del Principado de Asturias (BOPA) del 16 de mayo que para el pasado 2024 estaba prevista la concesión de 13,10 millones de euros, pero finalmente solo se aportaron 2,54 millones. Los 10,56 millones de diferencia van a trasladarse al presente ejercicio 2025. No se queden ahí. Rastreen titulares de prensa o las redes. Ahí tienen a un profesional del taxi, don Julio Conejero Rodríguez, que desde hace tres años (¡tres años!) está esperando por la subvención de 5.000 euros que se le prometió al comprar su nuevo coche. O a don Mario Orozco, quien desde hace otros tres años está esperando no solo por los 8.000 euros de subvención por la compra de su coche de 38.000 euros, sino que cuando llama para averiguar qué pasa con su subvención se encuentra con que "no te pagan, no te dan respuesta, solo se les llena la boca de palabrería".
¿Están de verdad a favor del coche eléctrico en sustitución del coche de combustión o únicamente se trata de una apuesta política para que la clase media baja pierda sus fantasías y se vea reducida a su verdadera condición?
A lo mejor es cierto que creen que de la electrificación del automóvil –entre otros instrumentos– depende que el mundo no llegue a su término. Es posible, pero, en ese caso, es seguro que, creyéndolo y afirmándolo, digan para sí, en el fondo, "¡cuán largo me lo fiáis!", como don Juan, el Burlador de nuestros clásicos.
P. S. Una notina sobre Trump. El 24 de abril publicaba aquí el artículo "Trump es un imbécil" (https://www.lne.es/opinion/2025/04/24/trump-imbecil-116667289.html) por su creencia de que podría convencer a Putin en pocas horas con sus artes de xateru pigarra. Y lo calificaba así por desconocer quién es Putin, cosa que cualquiera que tenga los ojos medioabiertos, salvo que sea de la fe y secta putinera, sabe. Hace unos días, y visto que el ruso no le hacía ni putin caso, afirmó que el exespía estaba completamente loco, "absolutly crazy". Los rusos le devolvieron el insulto de forma más elíptica: "Sus críticas responden a una sobrecarga emocional".
Con esos bueyes aramos.
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