Opinión

Entre el temor, la risa y la vergüenza

La pelea entre Donald Trump y Elon Musk, socios de negocios políticos y empresariales, con un uso obsceno de la Casa Blanca para fotos de familia, que a mí me recordó aquel vergonzoso posado de Zapatero, su mujer y sus góticas hijas con la familia Obama, es una muestra de zafiedad y de impudicia que no solo retrata a los personajes, sino, lo que es peor, evidencia lo que se ha convertido en aceptable en nuestras sociedades: que dos gañanes se comporten como tales y ello no cause escándalo, sino que provoque adhesiones y aplausos.

Pero, en fin, eso puede ser motivo para la mofa o la vergüenza ajena, pero no de preocupación. Lo que nos debe causar temor, lo que a mí me lo causa, es el poder que cada uno de los personajes tiene y la forma de usarlo. Sobre Trump quizás no merezca la pena hacer un repaso de la manera en que ejerce un poder que él cree omnímodo o cree poder ejercerlo: propósitos sobre Gaza, emigración, aranceles, presiones sobre Canadá y Groenlandia, fantasías sobre su capacidad para solucionar el conflicto ucraniano o la construcción de la bomba nuclear por Irán (en lo que demuestra su desconocimiento absoluto de la realidad de Putin o los ayatolás)… Y, ahora, en su distanciamiento con el otro de la gorra, Musk, amenaza con sanciones y retirada de fondos a sus empresas, en algún caso dañando los propios intereses de los EE UU, como en la exploración espacial, que tiene una amplia dependencia de SpaceX, la compañía de Musk.

Pero a mí me causa más temor Elon Musk, no ahora, ni por la campaña multimillonaria con que ha llevado a Trump a la Casa Blanca, sino por el poder que hace tiempo tiene, en materia de vehículos, de comunicaciones por satélite (Starlink, por ejemplo, una compañía por satélite del magnate, redujo la información que prestaba a Ucrania tras la invasión rusa), de envío de naves al espacio o a la conquista espacial … No es exagerado decir que una sola persona tiene más poder que muchos de los estados de la Tierra, no solo más dinero, más poder, y que ese poder lo utiliza para tomar decisiones políticas o encumbrar a quien cree que lo va a beneficiar. Siempre los multimillonarios han influido en la política y, tal vez, decidido guerras, pero el caso de Musk es una cima en esta historia, entre otras cosas, porque su dinero y poder se cimientan en una tecnología que posee casi en exclusiva y que avanza rápidamente.

Si de los EE UU volamos en sentido contrario a la marcha del Sol y aterrizamos en España, nos encontramos situaciones parecidas: un poder que procura arrasar con todo y controlar todo –hay también fuerzas económicas detrás, más o menos discretas, no nos engañemos– y situaciones que nos invitan a alternar la risa y la vergüenza. Y me refiero únicamente ahora al penúltimo episodio de la serie, el de la "investigadora" Leire Díez, sus contactos, cargos y descargos, y su encuentro con Víctor Aldama, auxiliada por Pérez Dolset. ¿Risa? Desde luego. ¿Vergüenza? Por supuesto.

Pero nada me hace temer más que el comportamiento de algunos ministros, ¿o deberíamos decir del Gobierno en pleno? Que un medio extensión del PSOE falsifique una información para decir que un miembro de la UCO –empleado, se subraya, posteriormente por Ayuso– pretendía poner una bomba lapa al presidente Sánchez; que esa falsedad sea fidedignamente desmentida y que cuatro ministros que la propagaron no digan ni una palabra posteriormente sobre su error–mentira, sino que, de forma sutil o confusa, sigan dando validez al protervo bulo, hace temblar al ver que son gentes capaces de cualquier cosa. Ahora bien, no crean que esta última evidencia empeora mi opinión sobre ellos.

Por cierto, me parece estupendo, y lo aplaudo, que don Adrián Barbón haya hecho una breve intervención en asturiano, defendiendo, además, su igualdad entitativa, no jurídica, en la Conferencia de Presidentes.

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