Opinión

La luz de otros tiempos y la de estos

Tengo en mis manos las pruebas de un libro de próxima aparición, "Escritos asturianos en Méxicu (1870-1930)", producto de la investigación y cuidado de Lluis Ánxel Núñez y míos. Lo constituyen quince textos en asturianu. Los hay políticos, cómicos, de pura señardá, ocasionales, pero todos tienen en común dos cosas: la memoria emocionada de los que aquí quedan y de lo que aquí queda, y el asturianu, que sus autores siguen escribiendo y hablando –lo dicen ellos– décadas después de emigrar, como una seña de identidad constitutiva de lo más hondo de su ser (por cierto, según también ambos hemos contado, cuando, al mando de Villaamil, el Nautilus, el primer buque escuela español que da la vuelta al mundo, llega a Puerto Rico en 1894 es homenajeado con una fabada y un poema en "bable").

Esa viveza de nuestra lengua en tierras americanas –escrita, sí, pero también hablada– ejerce a modo de una potente luz que nos llegase de una galaxia lejana para iluminarnos sobre nuestra identidad y nuestra lengua, sobre su verdad y vitalidad, luz cuya potencia purificadora espanta, como el esconxuru tradicional, ratos, sapos y toa comición, tan frecuentes hoy. Y a mí y, supongo, a muchos asturianos esa luz del pasado nos llena de emoción.

Emoción no menor que la que levanta en nosotros ver cómo sigue Asturies viva, de diversos modos, en nuestra emigración. Tal en esos asturianos que celebran en Santa Fe el primer concurso de escanciadores del continente americano. Y, tras su éxito, el entamador principal, Alejandro Blanco, proclama: "Toi reventáu, pero mui contentu. Ficimos historia". O esos asturianos, Gisele Fernández y Arturo Escandón, que van al Japón a defender "la nuestra llingua" y la necesidad de su oficialidad.

Son luces del pasado y el presente que iluminan nuestra verdad y que ojalá tengan el efecto purificador de sus rayos ultravioletas contra los gérmenes infecciosos que pululan per uquiera. n

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