Opinión

Las 4 haches y los hackatones

Asturias, territorio comanche para el talento

Dice un proverbio castellano que "cuando el diablo no sabe qué hacer, mata moscas con el rabo". En Asturias, una región que durante los últimos 60 o 70 años ha sido víctima de la hiperactividad –y a veces hiperpasividad– de la iniciativa pública, este dicho adquiere un matiz casi trágico.

El sueño de buena parte de l@s asturian@s sigue siendo el mismo: ser funcionari@ o trabajar para la administración. Y no es por falta de talento, sino por falta de oportunidades reales. Paradójicamente, mientras esta realidad persiste, se intenta vender a los más jóvenes la idea de que todo está listo para que emprendan. Hackatones por aquí, hackatones por allá... y a marear la perdiz.

¿No saben lo que es un hackaton? Supuestamente, un hackatón (del inglés hackathon, combinación de hack y marathon) es un evento intensivo –normalmente de 24 a 72 horas– donde personas de distintos perfiles (desarrolladores, diseñadores, emprendedores…) se reúnen para crear soluciones "innovadoras" a problemas específicos en tiempo récord.

La idea suena atractiva: juntar talento, prototipar algo genial y, con suerte, cambiar el mundo. Como si el mercado estuviera esperando a cuatro genios con ganas de pegar el pelotazo y hacerse millonarios en una noche sin dormir. El objetivo aparente es crear un producto digital, una app, un servicio o una propuesta tecnológica alrededor de un tema concreto (salud, sostenibilidad, educación, fintech…). Al final, se presentan las ideas ante un jurado guay con el pelo teñido y gafitas de colores, repleto de "coaches" que no han montado ni a la noria, se reparten diplomas, se comen pizzas frías... y la mayoría de los proyectos acaban en el cementerio de Google Drive.

En teoría, un hackatón promueve creatividad, colaboración y espíritu emprendedor. En la práctica, prima la velocidad sobre la profundidad, y el espectáculo sobre la estrategia. Se celebran prototipos que rara vez se validan, sin modelo de negocio real, ni continuidad más allá del aplauso momentáneo. Peor aún: estos eventos muchas veces se nutren del esfuerzo gratuito de jóvenes que participan con ilusión... para acabar con poco más que una foto en redes y una chapa de "innovador".

¡Todo un show marketiniano para demostrar que se está "on the ball"! Solo falta que lo hagan en traje de baño, en una isla desierta, se enrollen entre ellos... y lo retransmitan en directo mientras programan en el WC. ¡Dáme más gasolina!

Muchos de estos eventos presumen de contar con "equipos completos", basados en lo que en el ecosistema "startup" se conoce como las 4 haches: cuatro perfiles esenciales para montar un proyecto equilibrado.

Hacker: la mente técnica. El que convierte ideas en código, construye el producto y resuelve problemas complejos.

Hipster: el creativo. Cuida el diseño, la estética y la experiencia de usuario. Hace que el producto no solo funcione, sino que encante.

Hustler: el comercial. Piensa en negocio, estrategia, alianzas y sabe vender el proyecto dentro y fuera.

Handler: el gestor. El que organiza, estructura y mantiene el equipo funcionando. Sin él, el caos reina.

Un equipo con estas cuatro piezas suena ideal. Pero ¿qué sentido tiene reunir perfiles indeterminados para construir castillos en el aire en 48 horas? ¿Qué estamos construyendo realmente cuando premiamos lo inmediato por encima de lo importante? Porque más allá del evento, queda la realidad: Asturias sigue siendo territorio comanche para el talento. Se les dice que emprendan, pero se les ofrece precariedad y 10.000 maravedíes para conquistar el merkado. Se habla de innovación, pero se bloquea el cambio. Se organizan hackatones, pero no se construyen infraestructuras sólidas para incubar, financiar o acompañar proyectos a largo plazo. Por eso, mientras se multiplican los eventos, la fuga de talento sigue siendo el camino más viable. Quizá no por falta de ideas (que tampoco abundan), sino por falta de un entorno donde esas ideas puedan sobrevivir más de un fin de semana.

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