Opinión

El catálogo

La contratación de una joven apadrinada por un ministro a través de la foto de un catálogo

Ha causado escándalo recientemente el hecho de que se contratara a una joven como empleada de un ministerio con solo ver su fotografía en un catálogo. Un testimonio gráfico por el que se pudo apreciar las gozosas formas de la hembra jarifa, sus pechos adelantados, sus caderas maliciosas, su carita menuda, burlona, todo un festival su cuerpo diabólico en constante demanda de caricias.

A estas prendas se unía el hecho de que la criatura iba apadrinada, no por un golfo cortesano, sino por un poderoso ministro.

La pregunta que se formulará más de un lector es la siguiente: ¿dónde está el escándalo? Porque fórmulas para seleccionar a los funcionarios que cobran del erario público hay muchas, pero todas ellas extremadamente aburridas.

Son conocidas: se convocan oposiciones, se publica un temario enrevesado de temas y cuestiones arduas y espinosas, se nombra un tribunal, los opositores pasan noches en vela preparándose y, cuando se acerca el momento supremo, se les avería la cara con ojeras y el hígado se vuelve protestón por atiborrarle de fármacos.

¿No se pueden evitar estos desaguisados?

Naturalmente, y el catálogo es la solución. Con la foto del candidato / a. ¿Qué mejor manera para apreciar las cualidades de quien aspira a vivir del presupuesto entregando a la república sus habilidades?

Y, si encima, nada menos que un ministro avala a la aspirante con el conocimiento que un ministro tiene de los asuntos de Estado ¿qué otras garantías se pueden pedir?

Es más, me parece que al catálogo se le puede sacar de este espacio angosto de la selección de personal y trasladarlo al ámbito de la política donde puede dar mucho juego.

Mi propuesta es la siguiente: ¿qué tal si elegimos a los diputados por catálogo? Nada de campañas electorales que tan tediosas resultan, con esos mítines para imbéciles en los que el candidato A "arremete" contra el candidato B, mientras que el C "arropa" al D. Todo ese tejemaneje inoportuno y oportunista se sustituiría por un catálogo en el que nosotros los votantes podríamos señalar "este quiero", "este no quiero".

El catálogo, así concebido, no es de derechas ni de izquierdas, ni siquiera está más allá o más acá del Muro, el catálogo es limpio, neutro, plástico, sin confites.

Mirando los retratos en el catálogo se descubre a las gentes que se valen de artimañas, a los camaleones de la palabrería y así nuestro juicio se puede construir sobre el mutismo de los candidatos: si hablan, ya pierden su atractivo porque entonces nos metemos de lleno en el mítin, distracción para mentecatos.

Nada pues de convocar esas elecciones que tantos desarreglos originan y tanto dinero consumen. Lo urgente es confeccionar los catálogos y repartirlos online.

Lo demás corre de nuestra cuenta como ciudadanos desengañados que hemos comprendido hace tiempo que, fuera del catálogo, lo que hay es una realidad hecha pedacitos con título de sainete.

El catálogo es mirada limpia y libertad.

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