Opinión

Anxelo Estévez

Las olas burocráticas hunden barcos

El hundimiento del "Serenín" como ejemplo de la asfixia que provoca el continuo aumento de los trámites administrativos

Desde hace 20 años se suceden las oleadas burocratizantes.

En 2008, el Plan E, el plan Zapatero, instauró por primera vez una aplicación web en la que había que rendir cuentas sobre las obras que se ejecutaban.

En 2012, la Ley de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera apartó a los interventores municipales de la gestión y los convirtió en maquinas de suministrar información al Estado.

En 2017, la Ley de Contratos del Sector Público incrementó los requerimientos documentales y convirtió en muy rígida la actuación de la administración.

La última ola ha llegado con los fondos Next Generation EU, Mecanismo de Recuperación y Resiliencia 2021-2026, que en España se ha llamado Plan de Transformación, Recuperación y Resiliencia (PRTR). Un verdadero plan que ha elevado al paroxismo las obligaciones documentales, los trámites incomprensibles, las aplicaciones de suministro de información triplicada (PLACE, COFFEE, MINERVA).

Este incremento paulatino de la burocracia se puede medir. Los pliegos de cláusulas administrativas particulares que utilizábamos en el Plan E en 2008 tenían 24 páginas, los que tenemos que emplear en 2025 miden 185 páginas.

En 2008-2009, cuando ejecutamos el plan Zapatero, entre la publicación en el BOE del Real Decreto-ley 9/2008, de 28 de noviembre, por el que se crean un Fondo Estatal de Inversión Local y la adjudicación de la obra pasaron 146 días.

En el PRTR, desde la publicación del Real Decreto-ley 36/2020, de 30 de diciembre, por el que se aprueban medidas urgentes para la modernización de la Administración Pública y para la ejecución del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia y la adjudicación de los contratos de los primeros contratos han transcurrido más de 1.200 días. La tramitación stricto sensu de los expedientes de contratación ha pasado de 48 días en 2009 a 84 en 2025.

No son medias, no son estadísticas, son experiencias personales. Todo se ha complicado y complejizado artificialmente en estos años. Pero para los órganos burocratizantes nunca es suficiente. El Tribunal de Cuentas Europeo acaba de publicar un informe sobre el MMR en el que concluye que "la información sobre los resultados es escasa y no hay datos sobre los costes reales". Créanme, nunca en la historia la administración había tenido que proporcionar tanta información sobre los resultados y los costes reales.

Este delirio no sólo afecta a la actividad burocrática de la Administración. Todos hemos observado el cambio en la forma de actuar de nuestros médicos de familia. Hasta hace unos años todo el tiempo de la consulta podían dedicarlo a escuchar y explorar a sus pacientes. Ahora, cuando uno entra al despacho se encuentra a un profesional enganchado a un teclado y una pantalla, al que la mayor parte del tiempo se le va rellenado formularios. Casi no queda tiempo para el acto médico.

Lo mismo les pasa a los profesores. Ya no pueden atender al último de la clase –como preconizaba la Escuela Barbiana en "Carta a una Maestra"– sin tramitar un expediente más complicado que el de una licencia urbanística.

Hace unos días LA NUEVA ESPAÑA publicaba un informe de la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos sobre el hundimiento del "Serenín" en 2022: "Aunque el patrón tenía la responsabilidad de atender la guardia de la navegación, la tarea de rellenar los datos del diario de pesca (obligatorio antes de entrar a puerto por un Reglamento de la UE) captó toda su atención en un momento crítico, por lo cerca que se encontraban de puerto, porque esa tarea dejó de ser rutinaria o automática y se convirtió en un problema debido a las dificultades que surgieron para el envío de datos a través del equipo informático".

Todos tenemos la misma impresión. Ya no podemos atender al objeto principal de nuestro trabajo, sino que nos estamos obligados a distraernos rellenando aplicaciones y documentos que justifiquen nuestro trabajo. Que deben cumplir el formato adecuado, con los logos de la UE y el Ministerio correspondiente, para aparentar que aquí ya no hay corrupción, ni conflicto de interés, pero si mucha transparencia y respeto al medio ambiente.

Y esto pasa porque no hay nadie responsable. Del hundimiento del Serenín culparán al patrón que no vio las rocas, pero no al que redactó el Reglamento Europeo que obliga a rellenar el diario de pesca en plena navegación, tampoco al que diseñó una aplicación que no funciona bien ni al que no pensó que las comunicaciones desde los barcos siempre han sido difíciles.

Los órganos burocratizantes siempre son irresponsables ante la realidad.

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