Opinión

óscar r. buznego

La dimisión de Pedro Sánchez

Los distintos escenarios de una situación insostenible

Las noticias y las reacciones se suceden atropelladamente, precipitándose unas sobre otras. Hay quien manifiesta incredulidad, algunos en mayor número se sienten decepcionados y los ciudadanos en general experimentan una vez más la amarga sensación de haber sido burlados. Es admirable el estoicismo con que la sociedad española soporta la repetición de comportamientos indignos de gestores públicos. Un periodista que escribe en un diario afín al Gobierno calificó lo revelado por el informe de la UCO como gran fraude. El ambiente político se ha hecho irrespirable. Pedro Sánchez está hundido sin remisión. Puede continuar o no, lo mismo da. Las razones en su contra han llegado a un punto de saturación. Tiempo habrá de hacer balance de su liderazgo en el Gobierno y en el PSOE, pero ahora es urgente superar la situación creada de la mejor manera posible.

Su comparecencia ante la prensa no ha dejado satisfecho a nadie. Incluso sus portavoces parecen haber perdido la elocuencia que exhibieron en otras ocasiones. Una ejecutiva de su partido se quedó muda ante las preguntas descreídas formuladas por el director de la tertulia más progresista de la televisión. Según el veredicto casi unánime de los medios y sus socios parlamentarios, la reiterada solicitud de perdón, así como las medidas a tomar de inmediato que anunció, no son suficientes. Los partidos que apoyaron su investidura le piden reuniones para aclarar los hechos, descartar implicaciones que lo comprometan directamente y plantearle nuevas exigencias. Todos, partidos y ciudadanos, estamos a la espera de los próximos acontecimientos.

Mientras vemos lo que ocurre, crece la incertidumbre en torno a las intenciones de Cerdán, que no ha convocado la rueda de prensa anunciada y a esta hora no ha entregado el acta de diputado. Dado que es aforado y que Pedro Sánchez fue investido con su voto y el de Abalos por un margen estrecho de votos, este no es un asunto irrelevante. Los partidos que conformaron entonces una mayoría parlamentaria se inclinan de momento por la continuidad del Ejecutivo, sobre todo para mantener su influencia e impedir el asalto al poder del PP, pero cada hora que pasa aumentan un poco la cautela. Confiado en que los socios no retiren su apoyo, el Gobierno sigue rechazando de plano exponerse a una cuestión de confianza y a convocar elecciones anticipadas. En las circunstancias actuales, teme el precio que tendría que pagar para obtener los votos necesarios en la primera y, más aún, la posibilidad de sufrir una derrota sin paliativos en cualquiera de las dos.

Cabe una tercera opción, la de la elección de un presidente de Gobierno provisional, que ejercería el cargo hasta las próximas elecciones, ya se celebraran por adelantado o tras completar la legislatura. El candidato podría ser socialista, de otro partido o independiente. No hace falta que sea diputado. Quizá un candidato socialista o independiente estaría en mejores condiciones que uno del PP para sumar los votos de la mayoría en el Congreso. De ser elegido, ejercería el cargo de forma provisional hasta las próximas elecciones, cuando tuvieran lugar, tras completar la legislatura o antes. La nueva investidura requeriría, eso sí, la previa dimisión de Pedro Sánchez. Esta decisión, que debería ir acompañada por la renuncia a la secretaría general del PSOE, sería reconocida a buen seguro como un gesto de humildad y grandeza por su parte, acorde con los postulados sobre la corrupción y la democracia que defendió en sus años en la oposición y en el debate de la moción de censura que presentó contra Rajoy. En política es más importante la responsabilidad que el perdón. La suya no admite dudas y el modo en que pretendió asumirla el jueves pasado en Ferraz no resultó convincente ni para sus allegados.

Lejos de pensar en la dimisión, Pedro Sánchez confesó su disposición a luchar por la reelección. La contumacia con que actúa, de la que hace gala, amenaza la integridad y la fuerza electoral del PSOE, un partido hoy por hoy imprescindible para la estabilidad del sistema político. En esta tesitura, la salvación del PSOE es una prioridad de la política española. Como también lo es salir de las cloacas, respetar el ámbito judicial y volver a la política razonable, que ampara el pluralismo, se practica a través del diálogo e incentiva los acuerdos. Es posible que los nacionalistas no vean con buenos ojos una nueva investidura que impulse un cambio de rumbo en la política española, después de años de tratos ventajosos con los gobiernos de Pedro Sánchez, y que el PP no quiera facilitar una solución que lo desvíe del camino recto que lo lleva a La Moncloa. Si la opción de una nueva investidura tampoco es viable, solo queda esperar a que se celebren elecciones. En fin, puede que no haya nada que discutir y la única forma justificable de solventar esta crisis sea mediante el voto de los ciudadanos. En todo caso, una democracia que se precie, y respetable como la nuestra, no debiera consentir esta situación por más tiempo.

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