Opinión

tino pertierra

Las delgadas líneas rojas

En esta vida hay que tener unas pocas ideas muy claras. El resto puede buscar amparo en los recovecos de la incertidumbre. No conviene que sean muchas porque te puedes hacer un lío con el paso del tiempo y la llegada de nuevas circunstancias pero sí las suficientes para considerarlas necesarias. O sea: esenciales. Y sin renunciar a cierto grado de flexibilidad (la gente tiene derecho a cambiar en muchos aspectos para bien y los escenarios pueden variar de forma sustancial para mal), conviene conservarse una base de pensamiento y / o sentimiento que haga las veces de alarma para nuestra conciencia. Es decir, que salte lo antes posible cuando se acercan intrusos que pueden dejarnos a la intemperie en asuntos tales como las creencias (tan confusas a veces) o los ideales (tan contradictorios en ocasiones) o los principios (tan inestables por momentos). Sírvase usted mismo. Esas líneas rojas que se van trazando a medida que se avanza por los campos minados de la existencia son las que nos pueden mantener alejados de esas tentaciones tóxicas y depredadoras que llevan a personas altamente valiosas en su origen a convertirse en títeres devorados por sus ambiciones más mezquinas, lacayos de sus renuncias menos valiosas, comparsas en el gran desfile de la codicia pringosa y de la deslealtad que no entiende de gratitudes.

Las líneas rojas no permiten casi nunca dar marcha atrás si las cruzas: hay demasiados compromisos y grilletes que lo impiden. Y su número aumenta a medida que vas perdiendo la facultad de detectarlos y te encuentras con un paisaje yermo donde se calla por conveniencia ante las injusticias, donde se antepone el ascenso social a la dignidad, donde se sustituyen ideales por intereses y donde se mira hacia otro lado cuando la condición inhumana se mueve a sus anchas con altivez babosa.

Oye, que no se trata de aspirar a ser santos o héroes, sino de exigirnos la mejor versión de nosotros mismos –la más combativa e inconformista, ojalá– antes de que sea demasiado tarde para cortar los hilos que nos condenan a ser marionetas.

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