Opinión

La indiferencia

¿Cuál es el peor de los males en el tiempo que nos ha tocado vivir?, ¿el hambre y la pobreza que aún galopa en un mundo en el que progresa la opulencia?, ¿la falta de aprecio por unos mínimos de verdad?, ¿la indefensión de la naturaleza y sus criaturas ante nuestra depredación?, ¿la regresión de las libertades y derechos?, ¿los efectos de un cambio climático asociado a la acción humana?, ¿la multiplicación de guerras, con la población civil siempre en el punto de mira?. Quizás sean distintas caras del mismo fenómeno de deconstrucción global de principios y valores, pero sus condiciones de posibilidad son la creciente indiferencia, frente a cuya amenaza clamaba Leon Gieco en aquella gran canción del último cuarto del siglo XX: "Solo le pido a Dios / que la guerra no me sea indiferente. / Es un monstruo grande y pisa fuerte / toda la pobre inocencia de la gente", repite su estrofa final.

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