Opinión

La guerra de Gila

Sánchez, el 5% y las bravuconadas de Trump

Como suele y acostumbra, Sánchez juega en beneficio propio con las palabras y los tiempos. La pantomima ante la cumbre de la OTAN, donde ha quedado retratado como el dirigente con el paso cambiado, le sirve para contentar súbitamente a sus socios pacifistas y al ala “happy flowers” de la izquierda, partidaria del mosquetón a brazo caído. Y también para desviar, en la política de andar por casa, la atención de los asuntos judiciales que le acechan, a él y a su partido. Pero ha abierto una brecha insalvable con Estados Unidos, de incalculables consecuencias para la economía del país. No es que desde estas líneas se vaya a aplaudir la actitud de Donald Trump, un personaje de hábitos detestables, brabucón, jactancioso y pendenciero, pero no se puede formar parte de un club selecto sin compartir a partes iguales las ventajas y los inconvenientes. Se participa en la OTAN para bien y para mal, y es mejor estar fuera que dentro de esa organización. No se puede reclamar el arroz del senyoret de la carta y pagar la factura de un plato a la cubana.

Que finalmente el presidente firmara a regañadientes el acuerdo de rearmarse hasta el cinco por ciento del PIB no es más que una forma de ganar tiempo: le ha endosado el gasto al próximo presidente, que previsiblemente no será él.

La que está cayendo no es la guerra de Gila, no se llama al enemigo desde una zapatófono con un casco abollado y se le pide que se ponga para hacer unas risas.  El prestigio internacional del país no está para chistes.

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