Opinión
El oficio de abuchear
Pronto tendré más tiempo libre y me planteo si me entretendrá acudir a la puerta de los juzgados para abuchear corruptos o criminales. Me desanima que tengo poco fuelle de indignación, un cabreo de corto recorrido, sobre todo cuando la justicia va a hacer su trabajo. Además., mi parte práctica sabe que no se puede avergonzar a un sinvergüenza. Para trabajar de periodista soy de poco reprochar. Además, al no ser futbolero de por casa, no recibí formación abucheadora. Hay cosas que sirven para las que no valgo.
El reprochador de cohechadores, el despresuntador de juzgado, el gritón de audiencia hace la función de presunta voz de la voz del pueblo y se le escucha en los informativos como si editorializara sobre diferentes personas que hasta hace poco protagonizaban esos mismos telediarios con inauguraciones de obras o sosteniendo bebés en campañas electorales.
Esa función es como un trabajo: implica madrugar para conseguir un buen sitio detrás de las vallas o de la policía y esperar a la intemperie hasta que bajen de un coche para insultarlos o calificarlos durante los pocos segundos que tardan en entrar por la puerta de los juzgados. No puede desaprobar cualquiera. Hace falta una buena voz que salve la distancia, sobresalga y quede registrada en el momento preciso, a veces en tono exaltado, a veces en recriminación sensata, en ocasiones con sonsonete sarcástico. Hay distintos estilos.
El abucheo de juzgado, aunque se haga por afición debería estar pagado –si es que no lo está- y profesionalizarse porque hay verdaderos tenores de la bronca en do mayor y sopranos del reproche en re sentido. Alguno con alma de libretista hace un pareado para un malversador. Hay que compensar a esa gente que madruga, deja al niño en la parada y se va a pedir justicia a voces al lugar donde se imparte. Siempre hay causas abiertas que están pidiendo que alguien vocee a sus encausados y eso permitiría, al menos, un tipo de contrato fijo discontinuo que, redondeado con bolos de ovaciones, aplausos y vítores podría dar para vivir, cotizar y tributar.
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