Opinión
El megaveranazo de las superhipérboles
El alarmismo sustituye al significado veraz y escandaloso de las palabras
Lean, si les place, despacito: "Un colosal atasco por las obras de los enormes túneles causó descomunales estragos con gigantescas retenciones de hasta diez minutos. Uno de los muy angustiados automovilistas en la dantesca cola declaró: ‘Esto es tremebundo e inenarrable’". Y después, a seguir rellenando páginas sensacionalistas. Los lectores nos hemos tragado en solo un parrafito los adjetivos que siguen: colosal (o sea, de dimensiones extraordinarias); enormes (o sea, mucho más grandes de lo normal); descomunales (o sea, extraordinarias, monstruosas, muy distantes de lo común en su línea); gigantescas (o sea, excesivas, muy sobresalientes también en su línea); angustiado (o sea, con temor opresivo); dantesca (o sea, que causa espanto); tremebundo (o sea, espantable, horrendo, que hace temblar) e inenarrable (o sea, que no se puede explicar con palabras)... y el sustantivo estragos (o sea, ruinas, daños, asolamientos). Y todo ello para describir un embotellamiento de diez minutitos, de un ratito que en un suspiro pasa, vaya.
La cascada y desparrame de hipérboles en que se están convirtiendo las conversaciones nuestras de cada día, no pocos textos periodísticos, muchos relatos de radio y tele... amenazan con que apenas nadie pondere en su justa medida nada de lo que le cuenta; nadie aquilate si a menganito se le ha roto una uña o le han amputado las piernas; si a zutanita le solmenó la ciática una mala noche o se cayó de un séptimo. Créanme que la cosa va a más, que o exageras e hiperbolizas hasta límites sonrojantes y sin siquiera gracia alguna o no te presta atención ni el tato. (Habrán comprobado, queridos lectores, que yo mismo acabo de soltar por estas teclas unas cuantas irónicas hipérboles).
Nos enseñaban en la escuela que "hipérbole" era una manera de hablar que consistía en aumentar o disminuir exageradamente aquello de que se trataba para ganar en expresividad. Era la exageración de una circunstancia, un relato o una noticia. "Mi hermana es más alta que una montaña" o "Mi primo está en shock desde que perdió su equipo". Podía usarse la hipérbole para hacer gracietas ("era tan pequeño que se sentó sobre el canto de una moneda y le colgaban los pies") o para zaherir ("no vales absolutamente para nada, completo inútil").
Sin embargo apabulla el lento desprendimiento del significado veraz y leal y sosegado de las palabras en favor de las hipérboles alarmistas, pesimistas y escandalosas para jalonar las chácharas y emponzoñar los noticiarios. Si ya resultaba difícil que nos entendiésemos hablando a la llana, ¿qué descontrol no nos acecha cuando aguardar en coche una cola de chichinabo lo sentimos y contamos como las inundaciones del levante español, el apocalipsis gazatí o los incendios estivales?
En uno de los muy salados y altamente instructivos artículos con que nos regala el espíritu Álex Grijelmo, leí este verano: "La falta de respeto en el periodismo de hoy está alcanzando cotas que reflejan la degradación general del oficio. Porque todo va junto. Las construcciones sintácticas deficientes, las repeticiones de vocablos, la ausencia de voluntad de estilo, la pobreza léxica, el abuso de anglicismos innecesarios y a menudo incomprensibles incluso para quienes saben inglés forman una combinación de defectos que conduce a la falta de rigor semántico y a la consecuente manipulación de las palabras".
Gusto daría grabar en mármol a la entrada de las escuelas (o incrustar en la apertura del móvil) aquel pasaje del Quijote (esta es cita cierta y cervantina, sí señor y sí señora) en que un titiritero monta su teatrillo ambulante pero interrumpe enseguida la función para aconsejar con harto sentido común a su ayudante hiperbolista: "Alzó otra vez la voz maese Pedro, y dijo: ‘Llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala’".
Si me siguen y permiten, nos reiremos un poco la semana entrante con tanta innecesaria y necia hipérbole, pues no todo es andar ceñudo como una mona (presunta hipérbole absurda, por cierto).
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