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Opinión

Desde el afecto

Intensidad cervantina con momentos quevedianos

Era el perfecto caballero, con estilo castellano-manchego y aires riosellanos. Emilio Serrano Quesada vivió la vida con intensidad cervantina y momentos quevedianos, siempre con una elegancia desbordante en el trato con sus semejantes y una ironía propia de las personas inteligentes.

En nuestros encuentros periódicos, especialmente en ese discurrir de la ASPET, Emilio con sus alambiques a la espalda y esas guindas en licor, siempre adornaba sus palabras con la anécdota adecuada y la metáfora en su mente. Tertuliano de raíz y amante de los clásicos españoles, los instantes eternos en su doméstica sede de Collera son dignos de elogio y remembranza. Culto y apasionado en sus vivencias elevó la destilería asturiana a la categoría de arte y fue un pionero de las esencias del Turismo asturiano bien entendido.

Enamorado de la poesía de Bécquer, se refugió en su estilo y pergeñó varios poemarios cargados de lirismo y sensaciones marineras con Ribadesella como referencia indiscutible de su prosa poética. Sería demasiado prolijo apuntar las excelencias de su talante. Hombre bueno como pocos, dadivoso, amigo, sincero, ilustre, distinguido, magnánimo, cabal y entregado a cualquier causa social; porque hacer el bien era la norma de Emilio en su cotidianidad, aparte de gestionar su destilería del alma con el apoyo de hermanos y familia. Las campanas de la iglesia de Collera han tañido en sereno y ritual compás por la ausencia de un personaje local de talla universal. ¿Qué será Ribadesella sin la imagen cotidiana de Emilio deambulando por sus calles, plazas y paseo marítimo? Un grande, un hidalgo y un aristócrata de la vida local se ha ido a ese espacio bíblico donde sólo caben los justos con calidad humana.

Desde ese lugar ignoto y placentero a buen seguro que guiará nuestros pasos para seguir su huella bien marcada. Si hubiera muchos "Emilios", el mundo sería muy distinto, y es que Emilio, en su constelación de hombría de bien, murió para vivir. Cuántas lunas de tertulia compartida y cuánta generosidad en sus palabras. ¡Mil abrazos! n

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