Opinión
¿Y si dejamos de llamarnos periodistas?
Un nuevo estudio revela que los ciudadanos valoran la información, pero no cuando se le llama periodismo
El desprestigio del término "periodismo" –lo mismo que "periodista"– es tal que crea rechazo. Así lo concluye una investigación hecha pública la semana pasada por la prestigiosa Press Forward, una iniciativa filantrópica que agrupa a periódicos locales estadounidenses. Los autores del estudio argumentan que, en los últimos tiempos, "periodismo" se ha convertido en una palabra con una fuerte carga política y que, probablemente, los medios deberíamos evitar cuando intentamos atraer a nuevas audiencias.
Estamos ante una cuestión de imagen, de márketing, especialidad tan odiada por la profesión periodística, acostumbrada a llamar las cosas por su nombre y a evitar cualquier maquillaje de la realidad. Pero admito que no le falta razón al estudio de Press Forward. El periodismo ha superado muchos periodos de desprestigio, pero ninguno ha sido tan devastador como este y, hasta el momento, no hemos conseguido limpiar nuestro nombre.
El estudio ahora hecho público hace referencia a los medios locales, pero es perfectamente aplicable a medios de todos los ámbitos geográficos. Los investigadores realizaron una encuesta en línea entre más de 3.00o adultos estadounidenses, en inglés y en español. El sondeo se centró especialmente en cinco grupos: jóvenes adultos, conservadores, progresistas, hispanohablantes y adultos negros. Además, se complementa con exhaustivas entrevistas cualitativas y grupos de interés en siete estados diferentes.
El resultado más sorprendente ha sido que a los encuestados les gustan las noticias locales, pero no cuando se les llama "periodismo". "Si bien la gente valora la función que cumplen las noticias locales –concluyen los autores–, la palabra ‘periodismo’ evoca partidismo o elitismo, mientras que para muchos la palabra ‘medios’ suena a entretenimiento".
De hecho, en la encuesta, el apartado "noticias e información local" obtuvo considerablemente mejores resultados que el apartado "periodismo", y un buen número de participantes opinaron que "periodismo" se percibe como "demasiado institucional o con una carga política".
No es un consuelo, pero otra de las curiosidades que refleja la encuesta es que el tan manoseado término "democracia", usado en contextos políticos, tampoco goza de buena fama. A la vista de los resultados, los investigadores recomiendan a los responsables de medios locales que "en lugar de decir ‘el periodismo local protege la democracia’, utilicen fórmulas como ‘las noticias locales te mantienen informado sobre las decisiones que afectan tus impuestos, escuelas y seguridad’".
Llegar a ese extremo puede resultar hasta risible, pero lo cierto es que la prensa no goza de un momento de gran popularidad ni admiración pública. Ese desprestigio es consecuencia de muchos factores. El principal, a mi juicio, es la guerra abierta en todo el mundo de la clase política contra los medios, a los que desacredita en cuanto tiene ocasión. Pero eso no puede hacernos obviar la confusión de la audiencia, a la que se "vende" como periodismo cosas que no lo son, igual que se venden sucedáneos de miles de productos haciéndolos pasar por auténticos. No son periodismo los exabruptos y falsedades en las redes sociales, especialmente en Twitter; las opiniones incendiarias y malintencionadas de la mayoría de los tertulianos; o los textos anzuelo publicados exclusivamente como click baits.
El problema es que esas prácticas no sólo se disfrazan de periodismo, sino que, además, quienes las protagonizan, a menudo, son periodistas. Son borrones que acaban por ensuciar al conjunto del oficio periodístico. No creo que sea necesario llegar al extremo de tener que cambiar el nombre a nuestra profesión –qué lo cambien ellos, que acaban de llegar–, pero sí que tenemos que diferenciarnos lo más posibles de tuiteros, tertulianos y pescadores furtivos. El periodismo es otra cosa, como lo demuestran, a todas las horas y todos los días, multitud de medios solventes.
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