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Opinión

Ni extrema ni dura, nobleza obliga

De presidentes y comunidades autónomas

Entre Asturias y Extremadura median sendas comunidades, es todo un continuo no hay fronteras, ni muros que se elevan culturales con la argamasa de percibir ajenos a los visitantes. Ni idiolectos e idiografías que les hagan sentirse superiores, que la idiosincrasia no aleja, acerca.

Nos sorprende la noticia del fallecimiento del expresidente Fernández Vara. Como sus iguales Rodríguez Ibarra o Monago hicieron grato el lenguaje reposado, recio de entender gestionando un pueblo como el extremeño.

Apenas son noticia, siempre en la ocupación de su tierra y sus cosas.

Con parada y sin fonda Guijuelo hace camino al andar, es salmantino pero más de lo mismo, como en casa. De fondo los Jerte, Hervás y demás naturaleza nos va preparando para adentrarse en la historia de España, en la de América siendo Guadalupe donde bautizaran al primer americano que trajera Colón.

Ya, sí, proselitismo, pero hay que contextualizar cinco siglos atrás.

Cáceres, nada pretenciosa, es un libro con hojas de piedra y blasones como sellos de cartas enviadas al tiempo. Trujillo conquista, sin requerimientos como los que se hacen a Jaime I de Aragón en otras latitudes, aquí nadie se siente extranjero.

Y en este paisaje, empedrado desde Astorga a Mérida, subirse al auto como en otro tiempo jinetes dejando que encinas y alcornoques nos pasen estáticos, suficiente ánimo como para agradecer la hospitalidad del pueblo extremeño.

La pregunta es si un presidente de comunidad autónoma reúne todo el valor de su pueblo, siendo obligado que así sea. Otros ejemplos son para Asturias Sergio Marqués y Javier Fernández tras su mandato, nobleza obliga.

Como buenos astures tenemos el continuo romano, la vía que junta Asturias y Extremadura.

El pueblo extremeño, no se olvide, guarda la esencia y origen de lo auténtico, sin alharacas, prudentes como sus presidentes.

Cuando prima la algarabía, la estridencia separatista, cuando el viaje nos confunda siempre estará la vía de la plata y esa nobleza que obliga y que el pueblo extremeño supo conservar.

No se trata de retornar a Roma, más bien de buscar la concordia y serenidad.

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