Opinión
Un nuevo comienzo para la siderurgia
Medidas para salvar el empleo industrial
"El acero es un material esencial para la economía de la Unión, incluida su transición ecológica". Con esa afirmación arranca la reciente propuesta de la Comisión Europea sobre siderurgia, y es una señal fuerte para Asturias. Porque no se trata de retórica: vienen medidas concretas para frenar el exceso de capacidad mundial, la competencia desleal y las distorsiones comerciales que han debilitado nuestra industria.
Durante demasiado tiempo hemos visto cómo la sobrecapacidad estructural global –no sólo de China, sino también de otras zonas con producción subsidiada– ha asfixiado la producción en Europa. Hoy, el 27 % del acero en el mercado europeo procede de importaciones libres de aranceles, lo que distorsiona la competencia. Al mismo tiempo, las acerías europeas siguen compitiendo con precios de importación artificialmente bajos (en Pekín, el precio puede estar en 200€ frente a 500€ en la UE), lo que mina la rentabilidad de quienes operan con costes reales. Mientras tanto, los costes energéticos de nuestra industria han sido excesivamente altos y mucho mayores que los de nuestros competidores, y la política industrial europea miraba hacia otro lado.
Hace un año reclamé en el Parlamento Europeo y en las páginas de este periódico un Pacto Europeo del Acero contra el exceso de capacidad mundial y la competencia desleal para que la industria europea no se desplomase, para que la competitividad no se hundiera y para salvar miles de empleos. Ya pueden imaginarse mi satisfacción al ver que el mensaje del Partido Popular Europeo ha calado y que la Comisión ha adoptado un enfoque realista para proteger el acero, que es otra manera de proteger el futuro.
Ahora, las nuevas medidas –reducir en un 47% el volumen de importaciones de acero libre de cuotas de importación, e implementar un arancel del 50% para las cantidades que las superen– buscan poner freno a la entrada masiva de acero a precios artificialmente bajos. Se introduce también la regla del "acero fundido y colado", permitiendo conocer el verdadero origen del producto y evitando elusiones de las normas con transformaciones intermedias.
Es importante que se entienda bien: no estamos ante proteccionismo arbitrario, sino una defensa legítima de igualdad de condiciones en el mercado, dentro de las reglas del comercio internacional.
También es geopolítica industrial y ecológica: no habrá descarbonización real ni autonomía productiva si permitimos que otros decidan qué acero usamos, cómo lo fabrican y con qué estándares ambientales.
Esta propuesta es un buen punto de partida. Pero ahora viene lo más difícil, y es que todas las piezas encajen: energía asequible, reglas claras que den estabilidad regulatoria y un Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono (CBAM) rediseñado para que sea eficaz, sin lagunas.
Para Asturias, la iniciativa europea también representa una luz de esperanza. Aquí, como saben la siderurgia da empleo directo a más de 5.000 personas; es parte de nuestra identidad, del tejido industrial, del valor añadido, de la capacidad de invertir en acero verde, y de la posibilidad de ofrecer productos competitivos y sostenibles. Con condiciones claras y previsibilidad, esperamos que las inversiones atrasadas o paralizadas, como hemos visto en el caso de ArcelorMittal, se puedan hacer realidad.
Lo he repetido y lo seguiré repitiendo tantas veces como sea necesario: el acero es estratégico. Está en la construcción, en los automóviles, en la infraestructura, en la energía, en la defensa, en la transición ecológica. Y por ello, sin acero fuerte, no hay descarbonización, no hay competitividad, no hay soberanía industrial ni energética. En este tiempo de incertidumbre global, debemos asegurar que Europa produzca lo que necesita bajo criterios de sostenibilidad, transparencia y justicia.
Cerca de un cuarto de los empleos directos del sector se han perdido desde 2008; un tercio de la fabricación siderúrgica europea se ha reducido desde 2018; muchas plantas han reducido su capacidad; el miedo a perder relevancia ante la presión de competidores externos era real. Hoy ese declive puede detenerse o al menos ralentizarse. Si la nueva regulación actúa bien, si las decisiones se aplican con rigor y oportunidad, y si la inversión fluye, el acero europeo puede recuperar su vigor, y Asturias puede seguir siendo lugar de producción con futuro.
Hemos dado un gran paso; esto sí es un pacto europeo del acero: no contra nadie, sino a favor de la igualdad, del empleo, de la industria, del medio ambiente y del futuro. Hay aún desafíos por delante, pero este es un avance decisivo.
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