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Opinión

Qué risa

La risa ya es un escudo para Pedro Sánchez, que utiliza cualquier recurso para intentar demostrar que no se siente acorralado. Es la teatralidad de la política española en estado puro, que ofrece el espectáculo deprimente de un Gobierno inoperante y bajo sospecha junto a una oposición impotente. Las risotadas del Congreso, cuando Feijóo se atrevió a recordarle al Presidente que pronto será citado por el Senado para aclarar el cobro de sobres en el PSOE –los famosos "soles", "lechugas" y "chistorras"– no solo entrañan una elemental desvergüenza son también una desesperada estrategia de contención. Pedro Sánchez se valió de juegos de palabras para enfrentar al Partido Popular con su pasado acusándolo, a su vez, de "sobrecogedor" o, por toda respuesta, celebrando entre carcajadas, la sentencia del adversario: "¡Ánimo Alberto!". Entre risas flojas y chanzas pretendió contrarrestar el eco persistente de las acusaciones de caja negra en el partido. Existe costumbre en la vida política de este país que los escándalos que agitan y abochornan se tomen gestualmente a broma. En vez de explicarse, los acusados retan a los acusadores mofándose de ellos o del parlamentarismo en su conjunto. Rehuir las aclaraciones sobre una supuesta financiación ilegal no resulta ejemplar ni democrático, pero para quienes se hallan contra las cuerdas es una forma de esquivar los golpes. Al menos eso es lo que ellos creen.

El Presidente sabe que no le va a resultar fácil disociarse de Ábalos, Cerdán y Koldo, colaboradores suyos directos y compañeros de viaje, que, según la UCO, cobraban personalmente cantidades en efectivo del partido que ellos mismos controlaban, o mandaban a sus familiares a recoger los sobres con el dinero. El nivel es ínfimo en todos los sentidos, se mire por donde se mire, sin embargo habrá algunos a los que estas risas les hagan gracia.

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