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Opinión

El menú de Casa Ferraz

Dieta entre paleolítica y vegana a base de chistorra y lechuga, para tomar al sol

En la cocina política de la corrupción humean las sartenes y tiznan las perolas. En ese ambiente de potajes grasos y caldos gordos, Koldo García oficia de pinche del colesterol: se maneja con las chistorras con la eficacia de un contable con manguitos. Lo suyo es la carnaza, la dieta paleolítica: come lo que caza y factura lo que trincha. Ocurre que si al parrillero del PSOE le quitas el delantal multiaccesorios, las pinzas giroscópicas y el marketing de la barbacoa institucional, ya lo dijo Resines en el anuncio de la tele: lo que te queda es tu colega el Parrillas, el tipo de los presupuestos a la brasa que confundió la velocidad del Peugeot con el tocino entreverado.

A su lado, Ábalos es el catador, el galán chambón que se tuesta a los soles que más calientan, rodeado de vicetiples en chalés de cuenta ajena. Ambos, seguramente con el concurso de Cerdán como proveedor de mercancía, han diseñado la dieta de Ferraz, que se reparte en sobres de Avecrem: mitad cárnico, mitad vegano. La lechuga se cultiva con riego por goteo de favores.

El menú es variado, pero con olor a fritanga: seguramente en la carta habrá más embutido que vegetales. Puede que debajo del mantel o en la pata de la mesa haya micrófonos de escucha. En esta comanda de zarzuela y opereta solo se echa en falta el perejil de todas las salsas: que llamen a Paco Porras y que Leonardo Dantés les escriba en la servilleta una oda al fajo de billetes.

Que nadie se engañe: en esta cocina, lo que hoy parece un aperitivo, mañana será digestión pesada.

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