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Opinión

Una mujer ejemplar

En el adiós a Casilda García-Quirós, fallecida el pasado 25 de septiembre, a los 61 años, tras dar un ejemplo de equilibrio, valentía y afán de superación

El pasado 25 de septiembre fallecía en Madrid, a los 61 años de edad, Casilda García-Quirós, después de cinco años y tres meses haciendo frente con asombrosa determinación y serenidad a una dura enfermedad. Casada con el diplomático asturiano, Jorge Hevia Sierra, madre de dos hijas, Casilda y Carlota -esta última fallecida prematuramente-, pertenecía a una exitosa y numerosa familia, con un brillante pasado empresarial en el mundo del corte y la confección.

Era una mujer inteligente, generosa, elegante, alegre y con un notable sentido del humor. Una persona que prefirió dejar de lado su trabajo profesional para dedicarse plenamente a apoyar la carrera de su marido y la educación de su hija. Ello no le impidió asumir otras responsabilidades en el ámbito de la sociedad civil y ser durante un tiempo Presidenta de la Asociación de Cónyuges diplomáticos –hoy Asociación de Familias de Diplomáticos y Funcionarios del Servicio Exterior–, que busca promover y defender los intereses de los cónyuges y familias de ese colectivo funcionarial. Su pasión por el Arte la llevó a integrarse primero en el Círculo Velázquez y luego en el Grupo de Patronos internacionales del Museo del Prado que generosamente contribuyen a la difusión internacional de ese museo único en el mundo. Sin olvidar su compromiso con varias ONGs, particularmente con la Fundación Esperanza y Alegría, viajando en numerosas ocasiones a la India en el marco de los proyectos de desarrollo impulsados por esa organización. A lo largo de toda su vida también demostró gran interés y dedicó muchas energías a tres mundos específicos: el Arte, los viajes y la Moda.

La vida no ha sido fácil para Casilda. Al perder a su madre cuando era muy joven y ser la mayor de seis hermanos tuvo que asumir el rol de nueva jefa femenina de la casa familiar, prestando especial atención a la situación particular de cada uno de sus hermanos. Pasó luego por la triste pérdida de su segunda hija a los pocos meses de su nacimiento, hecho que superó con entereza y valentía pero que, al tiempo, fue siempre un factor inevitable de desconsuelo. Finalmente, a sus 56 años, le diagnostican una compleja enfermedad contra la que ha librado con enorme dignidad una lucha desigual. Su sólida Fe religiosa tuvo mucho que ver con la entereza y la calma con la que superó esos difíciles momentos. Nunca perdió la alegría ni las ganas de vivir. Al contrario, siempre se sintió infinitamente agradecida a la Providencia y al destino por todas las cosas buenas que le dieron en vida.

Para su familia más cercana y para sus numerosos amigos y conocidos la manera en la que ha vivido los últimos años constituye un ejemplo de equilibrio, valentía y afán de superación. Y de entrega a los demás porque, desde la madurez y sabiduría que alcanzó al afrontar serenamente su enfermedad, encontró siempre tiempo y fuerzas para fortalecer sus relaciones con familiares y amigos íntimos. Para quienes hemos tenido el privilegio de ser parte de ese reducido círculo, Casilda nos deja una huella profunda y un maravilloso legado que trataremos de preservar y agrandar. Marido, hija, nietos, hermanos y cuñados asumirán con especial orgullo esa noble tarea.

Inevitablemente, vienen una vez más al espíritu los versos de Jorge Luis Borges:

"Sé que una cosa no hay, es el olvido

Sé que en la eternidad perdura y arde

Lo mucho y lo precioso que he perdido

Esa luna, esa fragua, esa tarde".

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