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Opinión

Ángel en el Paraninfo

Haciendo memoria del doctorado honoris causa del poeta ovetense en la Universidad de Oviedo en 2007

La Cátedra Ángel González de la Universidad de Oviedo rinde homenaje al poeta por el centenario de su nacimiento con un congreso internacional, "Recuerdo y homenaje en un aniversario: Ángel González (1925-2025)", que, a partir de hoy y hasta el jueves 16 de octubre, reunirá en la capital asturiana a una treintena de investigadores procedentes de diversas universidades y centros de investigación españoles, europeos, latinoamericanos y estadounidenses. Juan José Lanz, de la Universidad del País Vasco, impartirá hoy, a las 10.30 horas, en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad, la conferencia "La poesía de Ángel González como documento histórico: una lectura". Por la tarde, a las 19.30, en el teatro Campoamor, Fernando Beltrán, Aurora Luque, Ángeles Mora, Benjamín Prado participarán en un coloquio-recital, "Poetas con Ángel", moderado por José Luis García Martín. A lo largo de la jornada se sucederán las mesas redondas y las presentaciones

Hoy, con motivo del congreso que celebra su centenario, resurge en el Paraninfo de la Universidad de Oviedo el recuerdo de una presencia de Ángel González que ha quedado grabado entre esas paredes repletas de historia. Sobre su figura y su obra hablarán estos días los expertos y yo no persigo más que sumarme a ese homenaje con el testimonio personal del privilegio que, hace ya años, en diciembre de 2007, me permitió vivir un momento tan especial como el de su Doctorado "Honoris Causa".

Lo que seguramente debió ser uno de sus primeros reconocimientos, acabó por ser el último, apenas un mes antes de su fallecimiento. Quizá fue el destino el que quiso unir el final con el principio, despedir a Ángel en las aulas en las que estudió, unir su recuerdo al de su Universidad y dejar su espíritu en el espacio recóndito y sosegado del "culto jardín del Rectorado" que evoca en uno de sus poemas.

Viví muy directamente la alegría con que acogió ese reconocimiento pendiente, debido, de la Universidad. Constaté su temor y nerviosismo ante la solemnidad del acto de investidura, su timidez y gratitud ante el brillante discurso de su madrina, la profesora Josefina Martínez, mientras la figura de Emilio Alarcos sobrevolaba el acto. Comprobé su disfrute al final de la jornada, rodeado de amigos en una larga velada en torno a la "merluza a la sidra" del restaurante Nalón.

Ese día nos regaló la hondura humana y literaria de unas palabras que han quedado flotando para siempre en el Paraninfo, en un discurso breve y casi improvisado que yo no olvidaré jamás. Las palabras de quién a base "de los gajes del oficio de vivir con intensidad" nos invitaba a reflexionar sobre la sucesión de personas que aparecen, desaparecen y reaparecen a lo largo de nuestras vidas. Las palabras del hombre que, al mirar atrás, se confesaba asombrado de "cuántos rostros, cuántas máscaras, cuántas figuras….he sido, hasta llegar hoy aquí". Las palabras del poeta que se consideraba ya heredero de sí mismo, depositario de lo que fue y dejó de ser y nos ofrecía casi en primicia su último poema, el "Poema de los 82 años", para presentarse, con nostalgia y desgarro, como "lo queda de un señor".

Todo esto será un día materia de recuerdo y de nostalgia, nos dijo también aquel día el poeta, y cumplo hoy esa cita con el tiempo, con una viva y especial sensación, que entonces no pude siquiera imaginar: la de que tantas cosas cobren tanta significación tanto tiempo después.

Como si esas palabras hubiesen adquirido nuevo sentido con los años, reitero ahora que lo que la Universidad quiso reconocer en Ángel González fue el poder de la palabra poética y de la función social de la poesía, el rigor estilístico junto con el talante moral de una poesía comprometida con la realidad que cuenta, que es la humana, con la dimensión social en que el individuo despliega una existencia que se contempla con ironía y con distancia frente a un mundo en que el tiempo parece destinado a imponerse a la historia.

Como si formase parte de los rasgos de una identidad que no quisiéramos que el tiempo llegase a borrar, lo que resaltamos de Ángel González fue esa mezcla de mordacidad y de ternura que consigue conmover; un uso de la chanza y del sarcasmo capaz de enfrentar las hipocresías y los falsos valores de este "áspero mundo", para dejar al descubierto la verdad; un ejemplo de poeta a la intemperie y de hombre solo que afronta la travesía por la vida con un distanciamiento reflexivo ante sí mismo, con la extrañeza como signo configurador de su identidad.

Como si hubiese que resaltarlo con mayor énfasis transcurridos los años, lo que quisimos expresar fueron unos afectos y unos conceptos compartidos. Los afectos de un poeta nuestro que simboliza el destino universal de un origen asturiano. Y los conceptos de la palabra entendida como motor de conocimiento, como factor de liberación y dique ante la soledad y la incomunicación humanas; de la palabra como elemento racionalizador de la vida; del uso de la palabra personal, íntima, próxima y al mismo tiempo de la palabra pública, comprometida, transformadora, concebida como instrumento para incidir desde la palabra en la realidad, incluso sin esperanza pero con convencimiento.

Ángel era uno de esos seres que nos han regalado la palabra y nos permitió vivir una jornada en que la Universidad de Oviedo volvió a ser la universidad de Clarín, la que se dio el bello nombre de "Universidad Literaria", la universidad en la que sentirse como Feijoo "ciudadanos libres de la república de las letras". Una jornada que fue una verdadera fiesta de la palabra para recordar que la universidad es palabra, palabra para decir y para escuchar, para hablar y no callar o acallar la palabra, palabra para propiciar la conversación, para que no todo esté perdido de palabras que no dicen nada, sino para dar sentido a nuestras vidas poniendo, como Ángel González, palabra sobre palabra.

Al final de la tarde de aquel día que ha quedado para siempre en la memoria de la Universidad, ya sin más revestimientos que el de la amistad, en otro brillante y distendido acto, destacados críticos, poetas y novelistas españoles, (Luis García Montero, Almudena Grandes, Javier Almuzara, Francisco Brines, José Luis García Martín, Benjamín Prado, Juan Cruz, Juan José Millás) simbolizaron el homenaje a Ángel de la literatura española en un jornada única, irrepetible, memorable, de las que componen la esplendorosa historia del Paraninfo de nuestra Universidad.

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