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Opinión

El transformista prodigioso

Israel, portaaviones XXL del Imperio al cuidado del vecino petróleo, emprende su guerra contra Gaza tras la espantosa matanza de Hamás (protegida de Irán), hace dos años. La respuesta, brutal desde el inicio, no incluía ocupación mientras Biden ocupó el despacho oval. Trump traía otros planes: hacerse cargo de Gaza, expulsar a los palestinos y montar un ressort. El problema era Irán, al que antes había que neutralizar. A fines de junio, instigado por Netanyahu, Trump bombardea instalaciones críticas de Irán y lo acalla. En agosto Israel inicia la ocupación de Gaza, rumbo a su capital, acentuando la masacre hasta despertar la conciencia del mundo, plasmada en la Asamblea de la ONU de fines de septiembre. Trump reevalúa a toda prisa el negocio, sujeta fuerte a su can, saca su plan de paz, aprieta la carrera al Nobel e impone un acuerdo la víspera del premio. No se lo dieron de milagro.

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