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Opinión

Polipostureo

La política actual parece estar más basada en la apariencia que en la efectividad

Hace un tiempo que se oye a todas horas la palabra "postureo". La tomaba por un término de argot entre los más jóvenes y, tal vez, en el ámbito de la prensa rosa. Ni siquiera sospechaba que estuviera incluida, y lo está, en el Diccionario de la Real Academia, que califica el término de "coloquial", y lo define como "actitud artificiosa e impostada que se adopta por conveniencia o presunción".

Para estos tiempos modernos –tan parecidos, en el fondo, a los de Chaplin–, y para el propósito de este artículo, resulta más útil recurrir a la Fundéu, a la que tanto contribuyó el añorado Mario Tascón. Dice la Fundéu que "la expresión postureo surge en el ámbito de las redes sociales para calificar actitudes impostadas, con un sentido que puede ir de lo irónico a lo despectivo". Y añade que el neologismo alude "a la adopción de ciertos hábitos, poses y actitudes más por apariencia que por convicción".

Me he atrevido a ir más allá y a cometer la osadía de inentar un término nuevo –"polipostureo"– para definir la forma en que ejercen sus cargos un buen número de nuestros representantes públicos. "Poli" tendría un doble significado. Por un lado, el de una gran variedad de posturas diferentes y cambiantes, y, por otro, como abreviatura de "política". En suma, la política del postureo que padecemos.

El postureo en la vida social carece de mayor trascendencia, a lo sumo puede ser una frivolidad. Allá cada cual. Sin embargo es en la política donde adquiere una relevancia mayor, por ser un reflejo de, como dicen la Fundéu y el DRAE, "actitudes impostadas" más por "apariencia" o "conveniencia" que por "convicción".

Una buena muestra de postureo la vimos el pasado lunes en Sharm El-Sheikh (Egipto). Ya el hecho de que los dos contendientes –el Estado de Israel y Hamás– no participaran en la ceremonia de la firma de la paz en Gaza hace pensar en que se trataba más de representación que de realidad.

Además, el maestro de ceremonias, Donald Trump, hizo todo un alarde de sus grandes habilidades para el postureo. Con la intención de enviar un mensaje a cada uno de los mandatarios asistentes, exhibió una gran variedad de poses y maneras de estrechar la mano. Desde la calurosa hasta la tirante, pasando por la fría o, incluso, la admonitoria.

El conflicto de Gaza ha servido de excusa en muchas ocasiones para ejercer el postureo. ¿Qué fue sino postureo la decisión de enviar un buque de la Armada a acompañar a la llamada flotilla? O no digamos la decisión del Fiscal General del Estado de investigar las violaciones de los derechos humanos por parte del ejército israelí en Gaza. Iniciativa que no tiene ningún recorrido jurídico.

Postureo fueron las palabras de satisfacción de nuestro ministro de Exteriores por el papel decisivo de España en el logro del acuerdo. Según José Manuel Albares, el reconocimiento del Estado Palestino fue clave, mientras los negociadores aseguraban que había sido uno de los principales escollos, que apunto estuvo de dar al traste con el acuerdo.

La celebración el pasado domingo del desfile con motivo de la fiesta nacional, también dio lugar a ejemplos de actitudes impostadas. No otra cosa fue la decisión del líder de Vox de no participar en el acto institucional y sumarse a los radicales que acudieron solo a insultar al presidente del Gobierno.

Son solo algunos casos recientes, pero hay muchos más. Los políticos mencionados no son los únicos que practican dicha técnica, ya que en todos los partidos hay auténticos expertos en postureo, de Isabel Díez Ayuso a Pablo Iglesias, pasando por Óscar Puente. Lo grave del postureo es que acaba convirtiéndose en una práctica habitual de distorsionar la realidad, de ofrecer una imagen alternativa a conveniencia de quien lo practica. Vamos, como una encuesta del CIS.

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