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Opinión

Asturias no se priva de privadas

La llegada de dos universidades no públicas a la región

Hay quien pretendía que Asturias quedara privada de universidades que no fueran públicas. Los reacios a probar ese café acaban de tragar dos tazas: la Nebrija en Avilés y la Alfonso X en Oviedo. Y a ver qué pasa en Gijón. El anuncio del desembarco ha despertado más expectación que un examen sorpresa. En una región donde la Universidad de Oviedo llevaba siglos sin competencia, la aparición de estos centros adscritos augura un entretenido debate sobre si la educación es un derecho o una inversión rentable.

Las universidades privadas presumen de dinamismo: programas a la carta, conexión con las empresas, aulas relucientes y trámites que no requieren una tesis doctoral para completarse. A cambio, la matrícula puede doler más que un suspenso. La universidad pública, en cambio, ofrece precios accesibles, investigación sólida y compromiso con la igualdad, aunque su burocracia avance con la energía del lunes por la mañana de un funcionario en vísperas de la jubilación.

Los defensores aseguran que la competencia mejorará la calidad y atraerá talento. Los escépticos temen que el saber se convierta en un producto “premium”. Quizá la clave esté en el equilibrio, aunque en Asturias esa palabra suele aparecer en los discursos, pero no en los presupuestos. Lo ideal sería que lo público y lo privado convivieran sin hacerse trampas en el examen: que la de Oviedo no acabe como el profesor sabio al que nadie escucha y las privadas no se limiten a vender títulos con wifi. Sin trampas, hay sitio para ambos modelos.

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