Opinión
Una Princesa que asume sus lecciones y orientaciones
El papel cada vez más activo de doña Leonor en la esfera pública
La Princesa de Asturias, doña Leonor de Borbón y Ortiz, es hija primogénita del matrimonio formado por el rey Felipe VI y la reina consorte, Dña. Letizia Ortiz Rocasolano. Nació en Madrid el 31 de octubre de 2005, dos años antes que su hermana, la infanta doña Sofía. Y por eso, en virtud del principio regular de primogenitura que articula la sucesión en las monarquías, se convirtió desde entonces en heredera de la Corona bajo ese título de Princesa de Asturias (que se remonta a 1388) como legítima descendiente de los reyes de la Casa de Borbón, la dinastía que empezó su reinado en España en 1700 de la mano de Felipe V. Así lo establece el artículo 57.1 de la Constitución española de 1978, que prescribe que el orden de prelación en la línea sucesoria dentro de la dinastía. Y así se ratificó el pasado 31 de octubre de 2023, el mismo día en que doña Leonor cumplía los 18 años.
En aquella ocasión, la Princesa de Asturias prestó su juramento de acatamiento a la Constitución ante el pleno de las Cortes Generales reunidas en sesión conjunta y extraordinaria del Congreso de Diputados y del Senado. Se respetaba así una costumbre constitucional y parlamentaria derivada de las fuentes no escritas del derecho público, que prescribían ese juramento de quien era heredera de la Corona desde la proclamación como rey de su padre, pero que con dicho acto pasaba así a ser formalmente sucesora ante los representantes de la soberanía nacional.
En su juramento constitucional, la princesa de Asturias se comprometió a "desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas y fidelidad al rey". Posteriormente al acto en las Cortes, en su discurso en el Palacio Real, reiteró su juramento con este compromiso y promesa: "Me debo desde hoy a todos los españoles, a quienes serviré en todo momento con respeto y lealtad. No hay mayor orgullo. En este día tan importante, que voy a recordar siempre con emoción, les pido que confíen en mí, como yo tengo puesta toda mi confianza en nuestro futuro, en el futuro de España".
Desde aquel acto formal, la princesa de Asturias ha ido asumiendo progresivamente un papel más activo en la esfera pública como corresponde a su función institucional y mandato constitucional. Según los datos ofrecidos por la Casa Real, desde entonces y hasta mediados de marzo de 2025, sin haber cumplido los 20 años, doña Leonor ha participado ya en no menos de 97 actos y audiencias, ha pronunciado veinte discursos en público y ha realizado ya un viaje de Estado en solitario (a Portugal). Además, ha terminado sus estudios de Bachillerato con éxito y está a punto de completar su programa de formación militar en los tres Ejércitos (Infantería, Marina y Aviación) para cumplir mejor su futura misión constitucional como "mando supremo de las Fuerzas Armadas".
Ese itinerario de actividades tan intenso en tan poco tiempo revela claramente que la Princesa de Asturias sigue la estela de conducta de su padre, el rey Felipe VI, que prometió tras su proclamación en junio de 2024 que venía a promover "una monarquía renovada para un tiempo nuevo". Y que por ello sometería su mandato constitucional a los principios de ejemplaridad en el cumplimiento de sus deberes institucionales y de transparencia en la ejecución de sus labores cívicas, tanto en el marco nacional español como en el ámbito de las relaciones exteriores. Y, efectivamente, a lo largo de este decenio de la historia de España y del mundo, repleto de coyunturas de extrema dificultad tanto como de apacible normalidad, Felipe VI ha desarrollado sin tacha su labor de representación simbólica de la unidad y permanencia de la nación española y su papel de elemento moderador y arbitral en el funcionamiento regular de las instituciones del Estado. Y todo ello bajo una divisa proclamada ante las Cortes y que constituye el santo y seña de todo su reinado: "La Corona está ya indisolublemente unida, en la vida de España, a la democracia y a la libertad".
Ese proceso de formación de una heredera y sucesora tuvo un momento definitorio el 30 de enero de 2018, precisamente el día en el que el rey cumplía 50 años. En aquella ocasión Felipe VI presidió en el Salón de Columnas del Palacio Real una ceremonia oficial de gran simbolismo institucional a la que acudieron las correspondientes autoridades nacionales y varias decenas de invitados de la sociedad civil. En ella, el rey impuso a su hija mayor la Insigne Orden del Toisón de Oro, máxima condecoración de la Corona española desde el siglo XVI (aunque su origen se remonte a una centuria previa).
Tras la imposición, don Felipe pronunció un discurso en el que, además de recordar el significado histórico y dinástico de esa distinción, le recordó a su heredera los principios que deberán regir su vida y conducta siempre al servicio de su país y de los españoles. Ante todo, exhortó a la princesa a asumir como propios los valores del sentido de la dignidad, la ejemplaridad, la honestidad y la integridad, con permanente espíritu de superación y de renuncia y sacrificio en su entrega al cargo que habrá de ocupar en su momento. Y, antes de terminar asegurándole que tanto él como su familia estarán a su lado en su labor, enunció los principios rectores del titular de la Corona que habrán de ser el alfa y omega de su conducta personal y pública: "Deberás respetar a los demás, sus ideas y creencias; y amarás la cultura, las artes y las ciencias, pues ellas nos dan la mejor dimensión humana para ser mejores y ayudar a progresar a nuestra sociedad. Te guiarás permanentemente por la Constitución, cumpliéndola y observándola, servirás a España con humildad y consciente de tu posición institucional, y harás tuyas todas las preocupaciones y las alegrías, todos los anhelos y los sentimientos de los españoles".
Todo hace pensar que la princesa de Asturias ha comprendido y asumido esas lecciones y orientaciones. Y que está ejerciendo sus funciones constitucionales con la misma dedicación, ejemplaridad, templanza y buen tino que sus padres.
Tal y como prometió en su primer discurso público en el Teatro Campoamor de Oviedo el 18 de octubre de 2019, todavía con 13 años de edad (como había hecho su padre en ocasión similar en 1981): "Es un título (Princesa de Asturias) que me compromete con la entrega y el esfuerzo de servir a España y a todos los españoles". Una declaración programática que recuerda a la de su padre, el rey, que se considera y ejerce como el primer servidor del Estado y de su ciudadanía.
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