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Opinión

La fragilidad y el inminente fracaso del plan de Trump para Gaza

Más allá del alto el fuego y la entrega de rehenes, el acuerdo promovido por EE UU se antoja inconsistente

Pedro Arcos es investigador del Oxford Public Health Research Group

El presidente Trump ha proclamado en su última performance en Egipto un "acuerdo de paz histórico" que pondrá fin al conflicto en Gaza. Transcurridos unos pocos días, la mayoría de los análisis de expertos e informes diplomáticos indican que su plan no es más que una declaración de intenciones, unilateral, vaga e impracticable y se encamina al fracaso. El plan de 20 puntos (esencialmente los mismos del que en su día el entonces presidente Joe Biden había planteado a Netanyahu y este rechazó tajantemente aceptar) ha sido ampliamente criticado por ignorar las causas estructurales del conflicto y carecer de los mecanismos necesarios para garantizar una implementación duradera. Es importante entender las razones de este potencial fracaso.

Exclusión de los actores palestinos clave

Uno de los fallos fundamentales del plan es haber sido redactado y presentado sin ninguna consulta significativa y sin la participación de las principales facciones palestinas. Ni la Autoridad Nacional Palestina ni Hamás estuvieron presentes en las negociaciones, lo que ha generado un rechazo inmediato por parte de los palestinos, que se sienten excluidos de las decisiones sobre su propio futuro. La falta de un sentido de apropiación palestina sobre el proceso de paz socava la legitimidad del acuerdo y lo hace inviable e implementable a largo plazo.

Asimetría y ultimátum a Hamás

El acuerdo es percibido como exageradamente favorable a Israel. Exige que Hamás se desarme por completo, entregue a todos los rehenes restantes y se disuelva como fuerza militar, dejándolo en una posición totalmente vulnerable. A cambio, el plan ofrece una amnistía para aquellos combatientes que depongan las armas y un "camino creíble hacia la autodeterminación y el Estado palestino". Este último punto es impreciso y ha sido rechazado explícitamente en numerosas, en realidad en todas las ocasiones, por el primer ministro israelí Netanyahu. Para Hamás, aceptar estos términos implica la rendición completa, lo que elimina cualquier incentivo para cumplir con el acuerdo.

Falta de detalles, vaguedad y desconfianza

El plan carece de detalles esenciales sobre su implementación. No indica plazos claros, árbitros para resolver disputas, ni consecuencias por incumplimiento. Esta ambigüedad ha generado profunda desconfianza entre las partes, que ya se acusan mutuamente de incumplir los términos iniciales. La experiencia de acuerdos anteriores, que fracasaron por la falta de garantías, ha vuelto a generar escepticismo, especialmente entre los palestinos, que ya vieron como, por ejemplo, como el alto al fuego entre Israel y Hamas de enero de 2025 fue violado por Israel en 962 ocasiones en poco más de 6 semanas y que tampoco en Líbano Israel ha respetado el alto al fuego violándolo en 2.700 ocasiones.

Misterio sobre quién gobernará Gaza tras Hamás

El plan propone que una autoridad de transición internacional, liderada por un "Consejo de Paz", potencialmente presidido por Trump y con la participación del ex primer ministro británico Tony Blair, administre Gaza temporalmente. El objetivo final sería el retorno de la Autoridad Nacional Palestina, si se cumplen una serie de requisitos y pruebas (que tampoco se indican). Esta propuesta es prácticamente inviable en la práctica por varias razones. Al menos por tres, primero la impopularidad en Gaza de la AP y de su líder, Mahmoud Abbas, lo que debilita la viabilidad de su retorno; segunda el riesgo de un vacío de poder ya que las políticas que buscan excluir por completo a los miembros de Hamás (muchos de ellos médicos, ingenieros o maestros) de la gobernanza (similar a la "desbaazificación" de Irak), podrían llevar a la anarquía y el vacío de poder. Y tercero, y especialmente, por la resistencia israelí, expresada rotundamente por el propio Netanyahu, al retorno de la AP al control de Gaza.

El problema de la reconstrucción y la financiación

La devastación producida por Israel en Gaza, estimada por Naciones Unidas y el PNUD en al menos 70 mil millones de dólares, requerirá una masiva financiación internacional para la reconstrucción, pero el plan no aclara quién la financiará. Estados Unidos ha declarado que no pagará los costos, aunque sus empresas si participarán activamente (todo un magnífico negocio). Países árabes clave como Arabia Saudita y Qatar son reticentes a invertir miles de millones de dólares sin un compromiso explícito de Israel con el fin de la ocupación y la solución de dos Estados. Obviamente la vaga referencia en el plan a un "camino creíble" hacia Palestina como un estado no basta asegurar la participación financiera de estos países.

De las causas fundamentales del conflicto ni se habla

Prácticamente todos los analistas señalan que el plan de Trump ignora las causas estructurales del conflicto palestino-israelí. Cuestiones fundamentales como la ocupación israelí, la viabilidad de un Estado palestino soberano y el estatus de Jerusalén no se abordan de manera sustancial. Al ignorar estos problemas esenciales, el plan solo ofrece una solución temporal y superficial, sin sentar las bases para una paz duradera. La historia ha demostrado que este tipo de planes sin una hoja de ruta clara hacia un estado palestino están condenados al fracaso.

Si Trump se cansa (y suele hacerlo) todo se acaba

El éxito del plan depende de la capacidad de Trump para mantener una presión constante sobre las partes, un enfoque típico de su estilo diplomático "transaccional". Sin embargo, ya conocemos bien a Trump, su falta de atención sostenida a los detalles y su inconsistencia a medio y largo plazo, lo que genera dudas sobre la viabilidad del plan cuando el interés mediático inicial se haya desvanecido. La volatilidad y el desprecio hacia las normas internacionales que han caracterizado su mandato anterior, y también el actual, hacen que la confianza de los otros actores en los compromisos de Estados Unidos se haya esfumado.

El plan de Trump para Gaza ha conseguido un alto al fuego inicial y la liberación de algunos rehenes. Pero la entrada de ayuda humanitaria que parecía desbloqueada ha vuelto ha ser reducida por Israel. Aunque proporcionen grandes titulares, estos logros iniciales eluden los aspectos fundamentales que impiden una paz duradera: la exclusión palestina, la asimetría del acuerdo, la vaguedad en la implementación, las disputas sobre la gobernanza y la financiación, la falta de abordaje de las causas profundas del conflicto, el retorno a la solución de los dos Estados y la rendición de cuentas por las decenas de miles de personas asesinadas. Lo que hemos visto en un lujoso hotel de Sharm el Seij estos días pasados, con un Donald Trump eufórico y disparado que trató a Pedro Sánchez y a Keith Starmer como a escolares díscolos a punto de ser azotados y a Meloni como a una lolita italiana, no tiene un pase. Una vez más, Donald se ha superado a sí mismo.

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