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Opinión

Sánchez, Vox y el fantasma de Rajoy

El PP no encuentra su sitio en la estrategia de la polarización y el populismo

España vive un experimento político sin precedentes: un Gobierno que no presenta Presupuestos, legisla por decreto y negocia su supervivencia con un prófugo, mientras la oposición no acierta a cambiar de canal con Sánchez en pantalla dirigiendo el país sin guion, como si fuera un reality.

El PP observa el caos desde la ventana, anudado entre la prudencia y la indecisión. No puede montar el numerito troglodita de Vox ni dormirse en los laureles de la autocomplacencia, como hacía Rajoy en modo ahorro energético. Feijóo no tiene tila en las venas como su predecesor, pero a veces su moderación roza lo paranormal. Aun así, hay destellos de sensatez: Moreno Bonilla asume responsabilidades por el feo asunto del cribado, en un gesto tan exótico que debería declararse patrimonio democrático en un país donde dimitir es un vocablo erradicado del diccionario.

El populismo, mientras, se dispara como un tiro, aunque sea en el pie de otro. Vox vende épica de bandera; el PSOE hace bandera del victimismo; y ambos compiten por ver quién le echa más bilis a la polarización. En medio, el PP intenta explicar que la democracia no es un show de prime time, pero no se escucha entre tanto ruido.

Sobre Génova 13 aún flota la sábana del fantasma de Rajoy: esa forma de gobernar basada en dejar que los problemas se derritan como un polo de limón en una acera de Jaén en agosto. Si Feijóo no lo exorciza, se jubilará en los escaños de la oposición, viendo a otros demoler el 78 como si fuera un edificio sin licencia.

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