Opinión
A la espera
Más complicación política
La política nacional está hecha un lío y no hay manera de deshacerlo. Parece, más bien al contrario, que la complicación es cada vez mayor. Junts emite de nuevo señales de ruptura con el Gobierno. La alusión de Nogueras en el Congreso a la hora del cambio ha sido tomada como un preanuncio de la decisión formal que adoptarán la dirección y los afiliados del partido en los próximos días. Por los diferentes ámbitos de la vida política cunde la seguridad, la incredulidad o la vacilación. Por lo que pueda suceder, Pedro Sánchez ha adoptado una actitud preventiva, se muestra dispuesto a complacer, pide ayuda al canciller alemán y, en Bruselas, cerca de la residencia de Puigdemont, entre bromas y veras, da por descontado que la cita tendrá lugar cuando toque.
La ruptura podría producirse en cualquier momento. Pedro Sánchez ha aplacado las reiteradas advertencias de Junts a base de rápidas concesiones. Algunos confían en que vuelva a lograrlo. Pero ocurre que el partido de Puigdemont acumula una frustración enorme, por el escaso resultado obtenido del pacto de investidura y del respaldo parlamentario a la coalición de izquierdas, y ha sido abandonado por buena parte de sus votantes. Pedro Sánchez intenta hacer ver a los independentistas que se está esforzando por cumplir con lo acordado y trata de persuadirlos para que no propicien un gobierno de la derecha, lo que según él supondría una involución al año de conmemorar el medio siglo de la muerte de Franco. Convenzan o no a los de Puigdemont estos argumentos, es posible que Junts tenga ahora otra prioridad, frenar a Alianza Catalana, la reluciente estrella de la política catalana actual.
Estamos en un impasse, y no es el primero de la legislatura, sin una mínima certeza de lo que va a suceder mañana, pendientes de una decisión de los nacionalistas catalanes. Los rumores y las especulaciones se han disparado. Incluso se han propuesto candidatos a la investidura en una eventual moción de censura que sería presentada con el único objetivo de convocar elecciones. La mera sugerencia de esta fórmula, prevista en la Constitución con otra finalidad, es una forma de reconocer la dificultad de salir del atolladero en que nos encontramos. En la actividad de los poderes del Estado reina la confusión y la rivalidad y la desconfianza mutua impiden una relación normal y la colaboración entre los partidos.
Algunos opinan que da igual la posición que finalmente adopte Junts, pues piensan que todo seguirá igual. Pero esto es más que improbable. De hecho, entre los partidos de la colación y Junts ha habido escaramuzas y portavoces de ambas partes ya han roto hostilidades. La distancia entre ellos es creciente y los nacionalistas acuden a la mesa de negociación cargados de escepticismo. La ruptura sería un golpe duro para un Gobierno en situación de extrema debilidad y repercutiría en el ánimo de los aliados parlamentarios, que se mantienen a la expectativa, sin ocultar sus dudas sobre la continuidad de la legislatura.
El Gobierno dice que enviará el proyecto de Presupuestos al Congreso, pero no acaba de iniciar el trámite. Las diferencias internas en la coalición, entre el PSOE y Sumar, y con el resto de los grupos que la sostienen son frecuentes. Varios ministros dedican la jornada a defender a personas incursas en numerosas causas judiciales que implican de cerca o de lejos al primer partido. El PP, vencedor de las últimas elecciones generales, se mantiene en cabeza en las encuestas. El Gobierno acusa el desgaste de las difíciles condiciones en que ha ejercido y los años transcurridos. La autoridad de Pedro Sánchez está en entredicho dentro y fuera del Ejecutivo. Junto a pactos que ha cumplido, ha firmado otros con la intención de no cumplirlos. Aguanta, aunque mermado de fuerzas y, sobre todo, de crédito político.
En estas circunstancias, si Junts se decanta por pasar a la oposición, el Presidente debería convocar elecciones, antes de que los partidos se sientan abocados a convocarlas por la vía secundaria de la moción de censura. Gobernar con Junts ha sido una hazaña; gobernar contra Junts, si Puigdemont se lo propone, se antoja imposible. Es Pedro Sánchez quien tiene en ese caso la responsabilidad de adelantarse y aclarar las cosas. Él formó gobierno con pleno derecho. Era arriesgado y el intento no salió bien. Aunque todavía es pronto para hacer balance de su presidencia, saltan a la vista las consecuencias de empeñarse en gobernar tras perder las elecciones, sin una mayoría estable y en constante fricción con las convenciones al uso de la democracia. Pero no adelantemos acontecimientos. La política española pende de un hilo y Junts va a tomar una decisión. Seguimos esperando.
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