Opinión
El análisis político de Vicente Montes: "El Huerna, un choque tan real como teatral"
Un drama en tres actos y un epílogo sobre el conflicto entre el Principado y el Ministerio, mientras Pedro Sánchez aguarda entre bambalinas a decidir el final del libreto

El Huerna, un choque tan real como teatral
En política, como en el teatro, importa más la verosimilitud que la verdad. Nadie exige que los actores sean reyes o mendigos auténticos, sino que lo parezcan. Es sabido que, sobre las tablas, las riñas se exageran con noble afectación y las cuchilladas se asestan con acero de goma, aunque el aspaviento baste para que la platea quede convencida de la tragedia.
La discrepancia entre el Gobierno de Asturias de Adrián Barbón y el Ministerio de Transportes de Óscar Puente sobre el futuro del peaje del Huerna es, probablemente, el enfrentamiento más desnudo y real al que hemos asistido entre ambos gobiernos socialistas. Hay ahí más fricción que ficción. Existe una incompatibilidad entre personajes que difícilmente se superará.
Acto I: Los trenes.
Con todo, la melodía recuerda un poco a la bronca algo impostada por los trenes fallidos de Feve, aquella en la que Barbón se alió con el cántabro Miguel Ángel Revilla para recrear una claudicación del ministerio, entonces encabezado por Raquel Sánchez. Como no hay batalla sin víctimas, en aquella ocasión hicieron mutis el presidente de Renfe, Isaías Táboas, y la secretaria de Estado de Transportes, Isabel Pardo de Vera. Aquella pugna repartió beneficios a ambas partes: Barbón y Revilla escenificaron un tándem territorial con declamado discurso de agravio, mientras la ministra sobreactuaba sorpresa y perplejidad. Revilla regresó a Santander como justiciero del sentido común; Barbón se ganaba la medalla de la defensa del feudo por encima de las siglas; y Raquel Sánchez conducía al cadalso político a algún culpable o chivo expiatorio.
La salida de Pardo de Vera, revisada hoy a la luz de la evolución posterior del libreto, quizá obedecía a otras tramas secundarias.
Acto II: El peaje.
En la dramaturgia sobre el Huerna, las riñas son reales, los desencuentros tan palpables como parecen y la resolución del tercer acto no está clara para nadie. Eso sí, cada cual interpreta el papel adecuado para sus intereses: Barbón se cubre con la épica doméstica, mirando al público del que espera adhesión; el ministro Óscar Puente, tan directo en la bronca como ajeno al matiz, actúa con la severidad del Madrid firme y ortodoxo: papeles, cifras y dineros. Tan es así que, en la tertulia de café, no falta quien atribuye todo a una opereta orquestada viendo más teatro que trinchera en el asunto.
Sabida es la regla básica de la dramaturgia: poner elementos en conflicto para desencadenar una acción que despierte una respuesta emocional en el personaje y, por ende, en el espectador. Sin conflicto, no cabe acción. Y es la acción la que hace encajar las piezas para sorpresa del público.
De Pedro Sánchez es antológica su habilidad para componer tragicomedias de urgencia que sirvan de entretenimiento patrio o de maniobra de distracción con la que tapar otros dramas más graves. Tenemos aquí a un presidente regional que se indigna sin romper con el partido, un ministro que defiende lo suyo sin cerrar del todo aún ninguna puerta y un presidente nacional que guarda un silencio que podría responder a cálculo, a mera observación o, simplemente, a desinterés. Sánchez deja que Puente muerda y Barbón batalle, pero contempla la función entre bambalinas con el gesto del autor preparado para ajustar el desenlace a conveniencia.
Acto III: La salida.
Lo desconocido hasta ahora son los inesperados giros dramáticos. Póngase por caso una sorpresiva e irremediable convocatoria electoral para un caluroso día del mes de julio del año que se aproxima, por fijar una fecha. Supóngase una mediación con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero (con ella sí ha habido los puentes que con el ministro del mismo apellido ya están volados), para incorporar un compromiso de bonificación del peaje en esos presupuestos de 2026 que el Gobierno asegura estar terminando y que se imprimirán como mero gesto de trámite. Ahí podría colocarse un argumento con el que tratar de desarmar la vehemencia con la que el PP asturiano defiende la anulación del peaje.
Sigamos con la hipótesis narrativa. Colóquese ante la cita nacional con las urnas el compromiso electoral de Pedro Sánchez de la eliminación de los peajes cuestionados por la Comisión Europea, reforzando la responsabilidad aznariana en el asunto y esgrimiendo vocación por la periferia. El Deus ex machina de toda la vida, con la concesión a Barbón de su pequeño milagro de campaña. En la secuela, una vez abiertas las urnas, ya se verá cómo se resuelve y, si la cosa va mal, otro tendrá que gestionarlo en el ministerio: el PSOE se guardaría una bala que emplear desde la bancada de la oposición y Barbón podría elevar el tono del agravio en todo el camino hasta las elecciones autonómicas de 2027.
Epílogo.
Cuando resulta inexplicable la fractura entre quienes habitan el paraguas de las mismas siglas, es lógico buscar respuestas en la hipótesis de una representación pactada. Durante la grave crisis en la presidencia de Sergio Marqués, con un enconado choque entre el Gobierno asturiano y su partido, el PP, hubo entre las filas socialistas quienes, ante la incredulidad por un episodio tan irracional, pensaron que detrás había un guion preparado: una puesta en escena pactada que se resolvería con una reconciliación triunfal a doble página para forjar una mayoría absoluta. Pero no fue así. La realidad suele encargarse de escribir los guiones más crueles e insólitos.
¿Hay hoja de ruta trazada en el enfrentamiento por el peaje del Huerna? Si existe, los actores la desconocen. La tensión es auténtica y la ausencia de diálogo es tan real como parece. La colisión política y territorial parece inevitable. No obstante, este asunto es un mero entremés comparado con la batalla que Asturias deberá librar cuando se abra la mesa de la financiación autonómica: allí los protagonistas estarán claros y el Principado tendrá que decidir si desata otro conflicto o se conforma con ser parte del coro.
Por si acaso, el esbozo de guion queda aquí reflejado. No sea que a los protagonistas todavía no se les haya ocurrido.
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