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Opinión

Tiempo de despertar para Europa, para España y para Asturias

La figura de Leonor crece a pasos agigantados y se asoma al mundo con las dudas de una veinteañera de la generación Z: nunca los asturianos sintieron tan cerca a una heredera

La Princesa agradece con la mano en el corazón el aplauso del Campoamor tras su discurso del viernes, entre su padre el Rey y el presidente asturiano, Adrián Barbón

La Princesa agradece con la mano en el corazón el aplauso del Campoamor tras su discurso del viernes, entre su padre el Rey y el presidente asturiano, Adrián Barbón / Irma Collín

Parece que la aventura comenzó ayer y falta apenas un lustro para que cumpla 50 años. Asturias ha vivido con los premios «Princesa» momentos excepcionales. El del viernes fue histórico por el testigo que Leonor, símbolo de unidad y permanencia de la nación, toma de su padre y por el llamamiento a renovar Europa y recomponer la convivencia que desde aquí se lanzó.

Cuando hoy ni se pregunta al semejante por nada ni se le tiene en cuenta, revitalizar los frágiles lazos del entendimiento exige escuchar. Frente a las emociones negativas a las que empuja el pesimismo resignado, los asturianos que escucharon las valientes y precisas palabras de la última entrega de los Premios pueden vislumbrar esperanza en medio de tanto egocentrismo exacerbado. Es ese culto y exaltación de la propia personalidad la distopía a embridar del mundo de «extremos inquietantes e individualismo radical» contra el que previno Felipe VI.

Sin responsabilidad, confianza y respeto, la democracia colapsa. Que Leonor tome como referencia estos valores e invite a recuperarlos es toda una declaración de intenciones

Relegar el diálogo a imponer como verdad absoluta una interpretación de parte, amparándose en la coartada emocional de la ideología, degrada la conversación pública. Enfrentamos una paradoja: en una sociedad politizada como nunca en redes, las instituciones se debilitan. Y necesitamos conjurar un peligro: considerando inútil la política, y el debate insustancial, los ciudadanos empezarán a asumir como normales actitudes que no lo son, como el populismo y la polarización.

Sin responsabilidad, confianza y respeto, la democracia colapsa. Que Leonor tome como referencia estos valores e invite a recuperarlos es toda una declaración de intenciones, un emblema sobre el que asentar la alta misión de su destino. Porque, como apuntaló el filósofo Han, la consideración hacia el otro es el único pegamento que une la sociedad.

El momento de empezar la transformación de Europa lo marcó Draghi en otro pronunciamiento culminante desde Oviedo, con su propuesta de romper los bloqueos en la UE. El hombre que salvó el euro y planificó la recuperación de la industria quiere poner al continente a la altura de otras potencias en ámbitos estratégicos para Asturias, la defensa, la energía y la innovación.

El día del relevo

Europa y América están llenas de asturianos. Todos somos migrantes, dice el sociólogo Massey. Hasta la fotógrafa Iturbide, que capta con el corazón lo que el ojo ve, y el escritor Mendoza, proveedor de la felicidad de leer, presumen de antepasados del Principado. El mestizaje nos identifica. La tenista Williams y las historias de ultramar entrelazadas que evoca el Museo Nacional de Antropología de México lo atestiguan. Pero por encima de esas circunstancias evocadoras del acto del Campoamor, el día queda señalado para siempre como el del relevo. En una medida coreografía con Asturias y el peso de su historia al fondo.

La cuarta mujer que alcanzará el trono de España sigue en ejemplaridad la estela de su padre. La figura de Leonor crece a pasos agigantados y se asoma al mundo con la curiosidad y las dudas de una veinteañera de la generación Z. Sin prisa, sin pausa. Habló de valores, de defender esa libertad, ilusoria o no para los pensadores en la era de la autoexplotación pero que nos completa. Se formuló preguntas, como cualquiera de sus coetáneos, sobre la tecnología que esclaviza. Para concluir recurriendo a la educación como pilar al que aferrarse para recomponer el edificio. La única base sólida.

Fue la suya una intervención espontánea, personal, segura y en sincronía con la época que tocó la fibra de la memoria colectiva. Aquí pronunció a los 13 años su primer discurso y aquí volvió ayer en Valdesoto a conquistar a cuantos se le acercaron. Nunca en seis siglos los asturianos se sintieron tan cerca de una heredera que además de representar al Principado por título, lo lleva en su sangre. Leonor, haciendo suyos los principios de los premiados, llega como portadora de un nuevo tiempo de despertar para Asturias, para España y para Europa. Un mensaje ilusionante.

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