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Opinión

No le consta la corrupción

Con gafas o sin gafas Sánchez sigue prefiriendo no ver más allá de su nariz, que la oposición compara con la de Pinocho. En su comparecencia en el Senado practicó durante aproximadamente cinco horas, ya es mérito, un ejercicio de escapismo político sin parangón, un número ilusionista en el que trató de desaparecer entre la nebulosa de sus propias palabras. Para ello y ante las preguntas reiteradas sobre el "caso Koldo", los negocios de su hermano y las actividades de su mujer, eligió una fórmula que, según él mismo cree, no le compromete y que consistió en repetir una y otra vez: "No me consta, pero eso no quiere decir que no se haya producido". Una salida tan calculada como ambigua que le permite mantenerse a flote sin involucrase con la verdad. Las suposiciones se mantienen en todo lo alto y las dudas no se acaban de despejar; hay entre sus detractores, además, quienes sospechan que si miente con frecuencia se debe a que no distingue entre la mentira y la verdad. Aunque la verdad, llevaba razón Piglia, tenga la estructura de una ficción donde otro habla.

El tono encrespado, incluso airado, del senador popular que le interrogó terminó por facilitarle la pista adecuada para el despegue. Lejos de asumir la responsabilidad institucional que se espera de un presidente de Gobierno, Sánchez dedicó buena parte de su intervención a deslegitimar al Senado, mayoritariamente controlado por la oposición, al que calificó de "circo", como si la Cámara Alta no figurase en el ordenamiento democrático del país. Es algo que no debería sorprendernos a estas alturas de un político que ya predicó que si no podía gobernar con el Congreso lo haría sin él y que se dispone llevarlo a cabo en "minoría parlamentaria". Por resumir, a Sánchez no le consta la corrupción.

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