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Opinión

Escapar de Asturias (o venir), cada vez más caro

La subida del precio del tren y el avión, el peaje del Huerna, los impuestos....

Escapar de Asturias se ha convertido en un costoso deporte de riesgo. El tren sube de precio, el avión se dispara, y el peaje del Huerna sigue ahí, impasible e insalvable, como un cobrador medieval con guardabarreras. Pagas por salir, pagas por entrar y, entre tanto, las obras y los argayos convierten la salida a la Meseta en una experiencia mística: un vía crucis de automóviles nazarenos. Con semejante logística, ni se va ni se viene nadie. Es el aislamiento 2.0.

Si al contratiempo del transporte le añadimos la fiscalidad, esa otra cordillera que frena la llegada de inversión, la tormenta se convierte en galerna.  ¿Quién va a instalarse en un paraíso fiscal donde la carga impositiva aprieta más que la niebla en los puertos? Y si la diputada del grupo mixto, Covadonga Tomé —esa señora que ahora hace y deshace presupuestos con la elegancia de quien decide el menú del plato del día— condiciona su voto a subidas de impuestos, tenemos la cuadratura del círculo: menos negocio, mayor fiscalidad y un presupuesto que se sostiene con alfileres ideológicos.

Mientras tanto, se nos vende la Asturias del futuro como “refugio climático”. Precioso eslogan: cuando el planeta arda, nosotros seguiremos tan frescos. Que nadie dude de su belleza: Asturias es verde, se come de cine, suena bien y otras gaitas. Pero con trenes caros, vuelos prohibitivos y peajes eternos, este paraíso corre el riesgo de convertirse en decorado de postal. Mucho refugio climático, sí, pero el clima económico sigue siendo polar.

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