Opinión
Agujeros negros
Sucesos del mundo actual de los que no es posible escapar, y de los que no se puede saber qué pasa en su interior
Una amiga me ha regalado "La teoría del todo", un libro muy bien editado que contiene siete conferencias dictadas por Stephen Hawking sobre cosmología y el origen y destino del universo. Lo he leído de tirón, lo que no tiene ningún mérito porque no es muy largo, la letra es grande, tiene ilustraciones bonitas y las explicaciones son deliberadamente sencillas. No sabía que Hawking podía ser tan divertido y didáctico, hasta cierto punto claro, porque las teorías y conceptos abiertos sin resolver son muchos. Los héroes científicos del siglo XX que se citan con profusión en el libro: Einstein, Hubble, Oppenheimer y otros, eran geniales sin duda, pero quizá no más que sus colegas del renacimiento: Kepler, Copérnico, etc. El caso es que las dudas y preguntas adicionales se van acumulando, pero certezas, lo que se dice certezas hay pocas.
En el fondo no está mal, porque no tener demasiadas certezas te permite creer casi cualquier cosa sin que te llamen loco o terraplanista, y aun estos tienen su espacio.
De las varias definiciones de agujeros negros la que más me gusta es la más sencilla: conjunto de sucesos de los que no es posible escapar, y de los que no se puede saber que pasa en su interior. O sea, que en el agujero negro se entra, pero no se sale y no sabemos lo que pasa dentro. Tanto si lo aplicamos a sectas o mafias como a organizaciones aparentemente más presentables el resultado es el mismo: puedes entrar, pero no salir (salvo cadáver en el caso de las primeras o cancelado social en el caso de las segundas); además, básicamente ignoramos lo que ocurre dentro del agujero negro.
Quizá en algún agujero negro se encontrarán las chistorras y alguien se está dando el gran banquete, pero nunca podrá salir y lucirlo. En ese mismo agujero negro puede estar el peaje del Huerna y la moral de la sociedad, que se va acostumbrando a normalizarlo todo. Esta teoría de la normalización se la debemos a El Roto, que la expuso en una fantástica viñeta: la normalización es aceptar que cualquier cosa que pasa es normal, aunque evidentemente no lo sea. No me digan que no es cómodo y nos sitúa directamente en la sociedad líquida, para no contrariar los efluvios que salen del agujero negro y sus contornos, por más que a veces protestemos algo. Vamos, el viejo nos da igual cuatro que ochenta y lo que importa es si gana tu equipo el domingo o si Leocadia es la asesina de La Promesa o lo era el mayordomo.
En cualquier caso, normalizarlo todo, y meterlo a calzador en el agujero negro no evitará que nos tengamos que enfrentar a algunos retos que se vienen de forma ineludible en los próximos diez años, por más que decir estas cosas le hace a uno sospechoso de no profesar el optimismo obligatorio imperante. A saber: un imprescindible incremento adicional del producto interior bruto del diez por ciento, como mínimo, para atender a nuestras necesidades sociales y sanitarias en una sociedad crecientemente envejecida; ni les cuento lo de la financiación de las pensiones, que no se sabe si va a colapsar o requerirá cirugía previa para evitarlo; la solución a la problemática de la deuda y el déficit crecientes en los que transitamos con salero inigualable o las dificultades energéticas, que no parecen estar en vías de solución, y algunos más. Claro que, instalados en la exigencia perpetua de derechos y la convicción de que las obligaciones han de ser cada vez menores, todo esto es tan sencillo como normalizarlo y ya se verá, o sea, el que venga detrás, que arree y se las arregle, siendo, además, la generación que ahora vive en habitaciones compartidas y llega a fin de mes con lo justo, estando formados claro, porque otros ni eso. A los más desfavorecidos y menos integrados en la sociedad, que no formen parte de grupos a los que se ha decidido privilegiar, esto de normalizar lo que no es normal supongo que les sitúa en un estupor resignado, especialmente cuando observan que para ellos no hay, pero para otras personas y otras políticas sí. Cosas de los agujeros negros.
Al fin y al cabo, si los grandes científicos aún no han resuelto muchas de las incógnitas sobre las que siempre se ha interrogado la humanidad, ¿no tenemos el resto derecho a vivir en la inconsciencia del "tira palante que libras"? n
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