«Nada hay más hermoso que ver cómo toman forma unos objetos que hasta entonces no eran más que deseo y sueño». De este modo definía su obra uno de los mejores artistas que ha dado Ribadesella.

Ángel Delgado Gallinal nace en la calle Oscura de Ribadesella en 1919, en el seno de una familia de grandes inquietudes artísticas e intelectuales. Su padre, el barbero Bartolomé, era gran aficionado a la música; su hermano Luis (organista de la parroquia durante años) cursó la carrera musical, y su tío Jesús poseía grandes dotes para la fotografía y la poesía. En este contexto Ángel iba a desarrollar también una faceta artística que nunca abandonaría.

Tras cursar estudios, se casa con Josefina Fernández, de Lastres («lastrina», como ella solía decir con orgullo), y obtiene por oposición una plaza de técnico de señales marítimas, comúnmente denominada de farero o torrero. Su primer destino es un faro en las Islas Canarias. Tras muchos intentos por venir a su tierra, finalmente consigue un nuevo destino en el faro de Avilés, instalado en San Juan de Nieva, donde permanecerá durante cuarenta años hasta su jubilación. Las habilidades de Josefina para la jardinería se iban a dejar notar en las inmediaciones del faro. No en vano Toni Silva nos dice de ella que «Las manos de Josefina eran mano de santo para los alhelíes y los parterres que suavizaban la adusta presencia de la torre», pues ganaría varios concursos estatales de embellecimiento de faros.

Ángel se jubila en 1984, y regresa a su pueblo natal, donde vivirá con su esposa en un piso heredado de sus padres. El matrimonio no tuvo hijos. En 1999, Josefina fallece repentinamente, y Ángel lo hace un año después, tras una penosa enfermedad.

Además del contexto artístico del padre, del hermano y del tío -antes mencionados-, otro familiar iba a influir decisivamente en las inclinaciones de Ángel. El abuelo, Darío Gallinal, era carpintero de ribera en los astilleros de Ribadesella, por entonces ubicados en San Pedro y en El Portiellu; de él nos habla nuestro personaje del siguiente modo: «Yo, de niño, pasé muchas horas acompañándole en el trabajo, echándole una mano, estorbando mucho y fijándome en todo lo que hacía. Creo que fue allí, entre las herramientas del abuelo y el polvo del serrín, donde me aficioné a fabricar cosas».

En efecto, la afición a los trabajos de tipo manual le nació desde muy pequeño, pues con 13 años construyó un telégrafo morse para cuyas cintas utilizó serpentinas de carnaval. Y poco después realizó una perfecta reproducción a escala de la denominada «Columna de Alegría», una grúa que se utilizó en las labores de relleno del Campu les Rolles; el mecanismo funcionaba perfectamente, y fue la admiración del vecindario.

Ángel se definía a sí mismo como «un hombre de mucha actividad, termino una cosa y ya estoy pensando en hacer otra». Hombre polifacético donde los halla, su obra abarca la escultura, la talla en madera, elementos decorativos en forja, la pintura y la maqueta. En escultura son de destacar dos bustos, uno propio y otro de su esposa. Entre sus óleos se encuentran paisajes como Cudillero, Tazones, El Malecón, Puesta de sol sobre el faroÉ; escenas costumbristas como Bajando a la plaza, Cabruñando la guadañaÉ; bodegones, flores, marinas, barcos, etcétera.

Pero nuestro personaje fue sobre todo un excelente maquetista. Tras cada una de sus maquetas se esconde una extraordinaria labor de documentación a base de planos, grabados y fotos antiguas. Cuando le resultaba difícil conseguir documentos para sus trabajos, Ángel tomaba contacto con sociedades maquetistas de otras provincias, e incluso de otros países, con el fin de hacerse con los planos que luego se transformarían en maravillosas maquetas hechas a escala y con rigurosa fidelidad.

En su faro de San Juan de Nieva crearía maquetas de veleros, vapores, carabelas, fragatas, barcos del río Mississippi y pesqueros cantábricos. Toni Silva las describe así: «No son (É) maquetas corrientes, sino las mejores reproducciones navales que se pueden hacer con las manos». Entre otras, podemos mencionar la corbeta francesa «Le Sphinx», el galeón «Victory» (buque insignia de la armada inglesa en la batalla de Trafalgar), las tres carabelas «Pinta», «Niña» y «Santa María», una nave egipcia, una nave griega, una góndola veneciana, una nave vikinga, el vapor «Alberto» (que realizaba cabotaje en Ribadesella), el bergantín «Hababa» (velero de pasaje entre esta villa y Cuba) y un largo etcétera.

Destaca entre sus obras un espléndido galeón español del siglo XVI realizado en latón, que Ángel obsequió a los entonces Príncipes de Asturias, hoy Reyes de España (luego haría una copia para su colección particular), quienes lo tienen expuesto en su recibidor del Palacio de la Zarzuela.

Tras su jubilación y regreso a su querida Ribadesella, se abre para Ángel un nuevo horizonte. Aquí reproducirá antiguos monumentos y edificios ya desaparecidos que recuperan para los riosellanos la historia de la villa. Oigámosle contarlo a él mismo: «Si en mi etapa del faro hice sobre todo barcos, por el contacto diario con el mar, mi vuelta al pueblo significó un reencuentro con una villa que aunque se iba modernizando (É), iba dejando perder cosas extraordinarias del pasado (É). Con pena y algo de rabia dejé de hacer las maquetas de barcos y me puse a hacer una reproducción de aquel pequeño edificio que había sido el encargado, casi al ras del agua, de dar el adiós a los barcos que salían y la bienvenida a los que llegaban a Ribadesella». Con el «farín» de estilo mudéjar, situado al final del paseo de la Grúa, comenzaría una nueva etapa en la dilatada obra artística de nuestro personaje.

Antiguos monumentos y edificios desaparecidos conformarán gran parte de su obra durante los últimos años de su vida. Basándose en fotos, planos y, cuando éstos faltan, en los recuerdos de los mayores del pueblo, reconstruye a escala la antigua iglesia de Collera, la iglesia de Moru (en Nocéu), la antigua iglesia parroquial de Ribadesella, el viejo puente de hierro (hecho de 1.955 piezas y 3.324 soldaduras), el aún más viejo puente de madera, el balneario de la playa (demolido tras la guerra civil), el quiosco de música de la Plaza Nueva, etcétera.

Cabe destacar la maqueta que reproduce la vetusta ermita de Guía y cementerio de náufragos. En ella se representa la ermita renacentista completa (incluyendo la parte que en algún tiempo se derrumbó por el acantilado), con un recinto fortificado dotado de cañones y un cementerio de náufragos hoy completamente desaparecido. En palabras de Ángel, «mis maquetas, además de ser un homenaje a la villa del pasado, son un homenaje a aquella gente de antes». Por falta de documentación, Ángel no pudo realizar dos de sus proyectos: las maquetas del antiguo Teatro Divino Argüelles y de El Fuerte.

Pese a las numerosas ofertas que recibió a lo largo de su vida para la compra de cuadros y maquetas, sólo en raras ocasiones accedió a vender alguna de sus obras. Asimismo, con excepción de las maquetas de Ribadesella, con frecuencia expuestas en el escaparate del popular bar Sebas, nunca hizo exposiciones.

Antes de su fallecimiento, Ángel manifestó a varios de sus sobrinos herederos su voluntad de que su obra pictórica, escultórica y de maquetería no se disgregase y, asimismo, que fuese contemplada y disfrutada por el pueblo. Haciéndose eco de ello, en el año 2001 la Casa de Cultura de Ribadesella acogió una maravillosa exposición con la mayoría de sus maquetas y óleos.

Posteriormente, sus herederos llegaron a un acuerdo con el Ayuntamiento de Ribadesella para que la obra de este extraordinario artista riosellano fuese expuesta por unos años en el Museo de El Carmen. Dicho acuerdo, prorrogable por acuerdo de ambas partes, vence el próximo mes de septiembre.

Esperemos que Ayuntamiento y herederos lleguen de nuevo a un compromiso para que la obra no se disgregue y continúe expuesta al público. De este modo, tanto lugareños como visitantes podremos seguir disfrutando de la exposición.

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