El fracaso de la iniciativa del Ayuntamiento de Ponga para atraer a nuevos vecinos tiene mucho que ver con los valores que imperan en esta sociedad de las nuevas tecnologías, el individualismo atroz y la imagen elevada a la máxima potencia. Todo lo urbano es bueno y el campo huele mal, viene a decir, día tras día, la televisión, notaria única de la realidad para los ciudadanos enganchados al smog. Es ésta casi la única verdad absoluta en un mundo gobernado por el relativismo. Arvo Pärt, santo y seña del minimalismo sagrado, afirma que su música -genial- es similar a la luz blanca: sólo cuando pasa a través de un prisma se divide y aparecen todos los colores. Ese prisma es el espíritu de cada oyente. Un prisma, un espíritu similar, hace falta para que Ponga -lo rural, en definitiva- sea apreciado en lo que vale.