Ribadesella, Bárbara MORÁN

Ribadesella cuenta con un tesoro natural desconocido: una laguna estacional (se seca durante una parte del año) situada en la zona conocida como El Quérabu, en las inmediaciones de la localidad riosellana de Collera. Es un espacio único, con un alto valor ecológico que, a día de hoy, se encuentra completamente desprotegido y, por lo tanto, expuesto a sufrir agresiones.

La laguna tiene una superficie de unas tres hectáreas y no está sola, sino que a su alrededor se forman hasta seis balsas estacionales de menor tamaño. La formación de la laguna de El Quérabu es un auténtico misterio, un enigma que no implica a ninguna criatura fantástica, como ocurre en el famoso lago Ness de Escocia, pero que no deja indiferente a nadie que, al pasar por la antigua carretera que comunica Llanes y Ribadesella vea esta enorme masa de agua en mitad de la campiña. Tampoco deja de sorprender a los propios riosellanos que desde siempre han convivido con ella. Y es que, aunque sea un elemento cotidiano de su paisaje, aún viven con extrañeza el hecho de que un día esté seca y, al siguiente, aparezca llena de agua.

Cuesta asimilar, en efecto, que una masa de agua de tales dimensiones pueda aparecer y desaparecer de un día para otro. Pero así ocurre. Los expertos en la materia señalan que no hay una época concreta en la que la laguna se llene, ni tampoco un período determinado en el que se seque. Aunque en abril suele estar seca, tampoco es un dato fiable, ya que el año pasado tuvo agua hasta junio y los vecinos más entrados en años aseguran haberla visto, hace tres décadas, rebosante de agua en pleno agosto.

Puede pensarse que el agua de la lluvia es la que crea esta laguna, pero no ocurre así. Da igual lo que llueva, que las cunetas, los prados y los caminos estén anegados. Esa situación no implica que en El Quérabu haya agua. La explicación científica de su formación es bien distinta y muy curiosa: el agua se filtra por el suelo de la laguna.

Los expertos señalan que, al estar formada toda la parte oriental del concejo por roca caliza, muy porosa, el nivel freático sube en la zona de la laguna y es entonces cuando se forma la lámina de agua en medio del campo.

Y si su aparición es un misterio, la existencia de la laguna constituye un secreto muy bien guardado por los riosellanos que han crecido viendo cómo a este rincón del concejo llegaban aves de muy variadas especies. Entre quienes han seguido de cerca la riqueza biológica de la laguna de El Quérabu se cuenta Francisco Vázquez, vicealcalde de Ribadesella y un apasionado de la ornitología y de la naturaleza. Vázquez valoró ayer que la laguna es un hábitat «digno de proteger» y afirmó que «allí hay una riqueza de especies mayor que en la ría del Sella». El Quérabu esconde muchos tesoros de orden biológico. En este espacio se pueden observar, cuando tiene agua, cerca de 200 especies de aves, entre ellas el zampullín común, la garza real, diversas limícolas, como el avefría, y el ánade azulón. También hay una gran riqueza en invertebrados acuáticos. Cabe destacar que en la laguna viven unos cangrejos de tamaño muy pequeño y que, fuera de esta laguna, sólo están presentes en otro humedal de Cataluña.

Motivos sobran para argumentar el valor ecológico de la laguna de El Quérabu. Pero este espacio sigue sin estar protegido. A este hecho se suma la circunstancia de que toda la zona está declarada reserva de caza y las aves que deciden asentarse en la laguna corren el riesgo de ser abatidas. El lugar no forma parte del catálogo de zonas húmedas de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. Como consecuencia de no estar protegida, se han realizado rellenos y el Ayuntamiento autorizó hace unos años una pista para realizar prácticas de aeromodelismo. Tampoco ha sido considerado «lugar de importancia comunitaria» (LIC) ni disfruta de otra figura que garantice su protección. Más aún: la laguna ni siquiera aparece en los mapas.