Llanes, Emilio G. CEA

Repican las campanas, los voladores tocan el cielo y avisan de que la fiesta comienza. El tambor redobla y de la gaita salen emocionantes notas de asturianía. Los mozos levantan el ramu y las aldeanas tocan la pandereta y cantan. Son estampas que, entre julio y septiembre, se repiten en cada rincón del concejo de Llanes. Todas las fiestas tienen algo en común: los trajes de aldeana y porruanu. Detrás, hay un trabajo arduo y difícil, de muchas horas y muy sacrificado, que se desarrolla sobre todo en invierno, cuando el son de la gaita y el tambor se sustituye por el golpeo de la aguja contra el dedal para arreglar los desperfectos de los trajes y dejarlos listos para que las mozas y mozos los luzcan en sus fiestas.

Alquilar un traje de aldeana para una fiesta puede rondar los cien euros. Los de porruanu son más barato, sobre sesenta o setenta euros. En Llanes hay varios negocios dedicados al alquiler y a la confección de trajes del país. Artesanía Reyes es uno de ellos. Su dueña, María Reyes Celorio, lleva cerca de treinta años en un negocio «muy duro» por la cantidad de trabajo en verano y por el tiempo que requiere reparar y hacer más trajes en invierno. Reyes vive «como las hormigas, de lo que se saca en verano de los alquileres», aunque lo compagina con la venta de cerámica. De momento la crisis no la afecta: en invierno ha alquilado igual que otros años. Y encima ha vendido dos trajes de aldeana de encargo.

Merceria Royca, propiedad de Ramiro Cabeza Sordo, lleva tres generaciones alquilando trajes. «Mis tías ya alquilaban y yo he seguido con la tradición», señala Ramiro, consciente de la dificultad de un negocio que «solo da beneficios importantes entre julio y septiembre». Este veterano comerciante, que compagina el alquiler de trajes con una mercería, si percibe los efectos de la crisis. «El año pasado alquilamos menos, además hay mucha competencia y hay gente que tiene traje propio». Es pesimista: «la cosa no tiene arte de mejorar, con la crisis la gente recortará los gastos menos necesarios y saldremos perjudicados. Mantener los trajes cuesta mucho dinero para que estén luego colgados en las perchas casi todo el año», añade.

Gloria Galguera Amieva regenta un negocio de alquiler de trajes en Naves. Lo lleva en solitario, aunque a veces su madre la echa un cable. Su negocio es su gran pasión, pese a lo duro de trabajar en ocasiones hasta once horas diarias. Gloria se pasa el invierno haciendo trajes nuevos y reparando los dañados. «La reparación del bordado de los abalorios de los trajes de aldeana es lo que más tiempo lleva. Los desperfectos de los trajes de porruanu son menores y más fáciles de reparar». No ha notado la crisis y es optimista: mantendrá los precios.

Raúl Herrero es el benjamín del alquiler de trajes en Llanes, ya que solo lleva cinco años en el negocio. Regenta el taller de costura que lleva su nombre y asegura que el centro de su negocio ha dejado de ser la costura, en favor del alquiler. «El negocio es duro y sacrificado, pero bueno en beneficios, vale la pena», afirma. Durante el invierno su trabajo se centra más en la confección de trajes de fiesta o de boda, aunque también emplea tiempo en la ampliación de su catálogo de trajes regionales y en reparar los daños. «En la aldeanas reparo sobre todo los flecos y las solitarias y en los de porruanu fieltros y botones». No ha notado la crisis en los alquileres, pero sí en la costura. Cree que este verano se notará la delicada situación económica, pero augura «el grueso de la gente seguirá alquilando trajes para las fiestas».

Entrar en la tienda de Tere Blanco es entrar en la «multinacional» del alquiler de trajes asturianos. Sus más de setecientos trajes hacen del suyo uno de los negocios más prósperos de la villa. Allí trabajan cuatro personas en invierno y once en verano. «El único mes en que no tenemos fiestas es febrero, el resto del año siempre hay algún encargo», señala Marina Tudela, una de las encargadas. En invierno el trabajo se centra en aumentar el catálogo, reparar los desperfectos y enseñar a gente a coser para que hagan sus propios trajes». La crisis no preocupa: «la gente se seguirá vistiendo porque en su mayoría lo hace una vez al año», indica Marina, quien afirma el trabajo es «entretenido y variado y muy gratificante cuando vemos a las aldeanas lucir nuestros trajes en las procesiones. El traje de aldeana es parte de la tradición de Llanes y la gente valora y respeta mucho nuestro trabajo», añade.

En la localidad de Cué, Josefina Fernández y su hija María Jesús, no paran ni un segundo. Josefina lleva en el negocio desde 1990. Suma unos doscientos trajes. El trabajo que realiza en invierno es similar al de sus colegas. Es una apasionada del mundo de los trajes, pasión que ha contagiado también a su hija. En invierno da clases de costura para hacer trajes de aldeana en Colombres y Cangas de Onís. Cree que la crisis pasará de largo.

Resta el necesario y merecido recuerdo a Tere Sánchez, una de las «grandes» del alquiler de trajes de aldeana y porruanu en la villa. Tere Sánchez, recientemente fallecida, que dedicó prácticamente toda su existencia al negocio en su tienda del Barrio Bustillo, en la que juntó casi quinientos trajes. Maestra artesana de la tradición del traje de llanisca más purista, Tere fue maestra y referencia, para muchos de los negocios de este tipo surgidos posteriormente en la villa. El establecimiento, por donde todavía se hace raro pasar y no verla cosiendo junto a la mesa del escaparate, lo lleva ahora su sobrina Belén Sánchez, quien afirma que para ella es «una obligación» continuar con el negocio de su tía, «por respeto al trabajo de tantos años».