Val de San Vicente (Cantabria), Rebeca AJA

Hace cuatro años fue rescatada de la muerte en el Reino Unido, en abril se dejó ver por la costa oriental de Cantabria, en mayo por la playa gijonesa de Poniente y en junio fondea a mitad de camino. La foca número 61.665 (es el número del crotal que le pusieron hace cuatro años en Gran Bretaña) sigue de viaje. Esta vez parece haberle cogido gusto al recodo de corrientes del arenal del Sable, en la desembocadura de Tina Menor (río Nansa), en el término municipal de Val de San Vicente, a escasos kilómetros de la frontera astur-cántabra. Esta foca lleva varios días tocando arena a merced de la marea y, también, del sosiego de la ensenada. Tranquilidad algo rota, últimamente, por la expectación que el pinnípedo ha despertado entre vecinos y foráneos, pendientes del momento en que la foca trotamundos decida tocar arena.

Así, yendo y viniendo a la playa del Sable, remontando y descendiendo el cauce final del río Nansa, lleva ya casi diez días este ejemplar de foca común, que ronda el metro de largo, de color claro y manchas rojizas, en buen estado de salud y con un crotal amarillo en sus aletas traseras en el que puede leerse «Inform London Zoo», además de una serie numérica de identificación, que coincide con la del ejemplar localizado el 7 de abril en la playa de Oriñón, en el municipio cántabro de Castro Urdiales y entre el 23 y el 23 de mayo rondando las playas de Poniente y de El Arbeyal, en Asturias. También es la misma foca que el Eastwinch Wildlife Centre (Norfolk, Inglaterra) rescató, prácticamente desnutrida, en agosto de 2006 de las aguas del norte del Reino Unido y que recuperó e identificó con el código 61.665 antes de su puesta en libertad. Este centro soltó el ejemplar en noviembre de 2006, con 39 kilos de peso.

Algo más crecida se está paseando, en 2010, por aguas de Cantabria primero, de Asturias después para, de vuelta al litoral cántabro, reposar unos días en Val de San Vicente. Durante esta última estancia, el animal ha llegado a granjearse, con cierta docilidad y simpatía, el cariño de algunos vecinos y niños que han tenido la oportunidad de coincidir con la foca en uno de sus orillamientos. Cuando se supo de su existencia, la Policía local se encargó de informar, vía correo electrónico, al Zoológico de Londres, que agradeció el aviso y lo puso en conocimiento del centro de recuperación y seguimiento británico. Según los expertos, el riesgo más grave para el animal es que se ponga a jugar con aparejos de pesca y se enganche durante su periplo marino. También la socialización, tocar y alimentar al ejemplar puede dificultar la vuelta a su hábitat natural.